Escrito por: Hugo Maul Rivas
Guatemala, 16 de febrero del 2021
Basta con desplazarse por cualquier calle, avenida, calzada, boulevard, carretera o ruta nacional o departamental o camino vecinal para atestiguar el deterioro de buena parte del parque vehicular de Guatemala. Miles de bicicletas, motocicletas, automóviles, microbuses, picops, camiones, camionetas, cabezales, tractores y carretas se desplazan todos los días por las vías de comunicación terrestre sin contar con condiciones mínimas de seguridad para quienes se trasladan en ellos, para los tripulantes de otros vehículos y para los peatones, con quienes comparten el uso de las vías. Basta con salir por la noche y transitar en cualquier calle o camino para atestiguar la multiplicidad de vehículos que viajan con luces quemadas, averiadas e, incluso, inexistentes. Más preocupante todavía, observar vehículos ligeros, tipo motocicletas, desplazándose a gran velocidad, zigzagueando entre el tráfico, con dos o tres pasajeros a bordo en completa obscuridad; ni luces de parada, ni direccionales, ni frontales y, para colmo de males, todos los que van a bordo van vestidos de negro. Salvo por ciertos sofisticados y costosos modelos, cambiar una bombilla estándar de una lámpara de parada o una luz frontal de una moto o un carro no cuesta mucho más que un par de galones de gasolina. A pesar de ello, muchos no lo hacen.
Sin entrar en mayores detalles acerca de las causas del mal estado de muchos de los vehículos que circulan por el país, lo cierto del caso es que pequeños cambios de conducta en la forma en que se vive, piensa, siente y actúa en los espacios de movilización podrían tener grandes efectos en beneficio de todos. Claro está, en ausencia de un cuerpo encargado de velar por el orden vial, no causa sorpresa que a muchos conductores “les valga madre” cumplir con la normativa existente o respetar a su prójimo; y que otros, gracias al castigo, reconozcan que es a ellos mismos a quienes más les conviene mantener ciertas condiciones mínimas de seguridad en sus vehículos. Una cuestión tan sencilla y relativamente barata como mantener las luces, delanteras, traseras y direccionales de un vehículo en buen estado es algo que debería hacerse por conveniencia propia; más aún cuando se trata de motos o bicicletas, en donde la peor parte de un percance vial la sufre quien va a bordo de ellas. Más que un problema de recursos o de actitudes negligentes y temerarias, el problema radica en la incapacidad para comprender los peligros que conlleva conducir por oscuros y peligrosos caminos con las luces apagadas, ya sea que se trate de uno mismo o de quienes conducen por el país donde uno vive. Más grave todavía, cuando quienes conducen no conocen el camino y tampoco están dispuestos a reparar lo que no funciona.