Escrito por: Hugo Maul Rivas
Guatemala, 26 de marzo del 2019
Cada día hay más indicios que la economía mundial se encuentra a las puertas de una nueva fase recesiva; parece que se acerca el fin de la expansión económica que ha tenido lugar en EE. UU. durante los últimos diez años. De menor importancia para los inmediatos intereses del país, pero de vital importancia para la economía global es el hecho que importantes motores económicos de la Unión Europea, como Alemania, Francia e Italia se encuentren ya en franca desaceleración y que importantes mercados emergentes, como México, Brasil y la India, estén entrando en esta fase del ciclo. La otra gran potencia, China, si bien sigue creciendo, cada vez lo hace tasas más bajas para sus estándares. Incluso, para quienes gustan del análisis técnico de los mercados financieros, la reversión en la curva de rendimiento de los bonos del Tesoro de EE. UU. de la semana pasada es una señal inequívoca que los agentes económicos tienen menor confianza en el futuro. ¿Y que con eso? pudiera pensar cualquier persona que no invierte en bonos del tesoro de Estados Unidos o en la bolsa de valores de Nueva York. ¿Qué tiene Guatemala que ver con esto? Nada y todo a la vez. Nada, en el sentido que se desaprovecharon los últimos ocho años de crecimiento de ese país y que se dejó pasar una importante oportunidad para apuntalar el crecimiento económico en el país. Todo ya que Guatemala es una pequeña economía abierta y dependiente de EE. UU. en lo que a flujos comerciales y de remesas se refiere; como se acostumbra a decir: “un estornudo de EE. UU. se convierte en pulmonía en países como Guatemala”. Si durante la bonanza de aquel país las exportaciones nacionales con ese destino crecieron 2.8 por ciento anual y la inversión estadounidense directa mostró fuertes altibajos, sabrá Dios cómo le ira a Guatemala cuando cambien las condiciones. Si los dos últimos gobiernos no supieron, no quisieron o no pudieron navegar durante la “marea alta”, existen sobradas razones para suponer que el próximo gobierno termine “encallando el barco” cuando baje la marea.
En el caso de la primera, todo parece indicar que la economía (la de México, pero también la del mundo) se encuentra en una fase de desaceleración que, inevitablemente, terminará en una recesión; así es el ciclo económico inherente al sistema capitalista. La pregunta del millón es: ¿qué detonará la recesión? ¿Será una afectación a la confianza de consumidores y empresarios mediante conflictos geopolíticos o políticas públicas erróneas? ¿O será vía la afectación del comercio internacional ante la creciente ola de proteccionismo en el mundo? ¿O quizá mediante un freno al consumo por la situación crediticia? ¿A lo mejor por una nueva falla en el sistema financiero? Puede ser cualquiera de estas cosas o algo que no tenemos siquiera en el radar.