28/07/2020

Semáforo de la discordia

Escrito por Hugo Maúl Rivas

Guatemala, 28 de julio del 2020

En asuntos como este es imposible quedar bien con todos y, muy probablemente, tampoco ha sido esta la mayor preocupación que ha inspirado el mecanismo. Como era de esperar, la entrada en funcionamiento del semáforo epidemiológico fue recibida con cierto escepticismo por algunos y con duras críticas por parte de otros. El referido semáforo dista mucho de ser el mecanismo perfecto para dar seguimiento a la evolución de la pandemia y tomar decisiones cruciales al respecto. Para algunos, la principal ventaja del semáforo es que cada funcionario o político local responsable del mismo “puede pintarlo de su color favorito”. Claro está, siempre que escoja dentro del rojo, naranja, amarillo o verde. Para otros, la realidad sigue siendo la misma aunque el color haya cambiado. Divergencias de opiniones que no deberían sorprender a nadie; son las típicas reacciones que surgen cuando las sociedades hacen frente a problemas altamente complejos. Dicho sea de paso, lo anteriormente expuesto son opiniones vertidos en medios de comunicación mexicanos en relación a su propio semáforo, cualquier parecido es coincidencia. No basta con tener una preocupación compartida cuando las partes interesadas en la resolución del problema tienen creencias, valores, intereses y agendas que entran en conflicto al momento de buscar posibles caminos de solución. Lo que a algunos les parecen decisiones acertadas, a otros les parecen terribles equivocaciones y viceversa.

No en balde alguna literatura califica a este tipo de situaciones como problemas “perversos” (wicked, en inglés): situaciones caracterizadas por la multiplicidad de objetivos, intereses, creencias, restricciones y comportamientos de las partes involucradas; por las múltiples interrelaciones y mecanismos de retroalimentación entre los elementos constitutivos del problema; por las dificultades para definir de manera precisa e inequívoca el problema a abordar; la imposibilidad para identificar soluciones definitivas; la necesidad de tener que recurrir a múltiples perspectivas para entender mejor el mismo; y la sobreabundancia de recomendaciones basadas en reduccionismos extremos. Aunque resulte frustrante, la única forma de abordar estos problemas de manera exitosa es de forma adaptativa. Es decir, tomando decisiones que, aunque no sean óptimas, garanticen al menos algún grado de avance en la dirección correcta e incorporando luego las lecciones aprendidas en las nuevas decisiones. El semáforo no es perfecto, pero es perfectible; en eso habría que trabajar. Como mínimo, el semáforo ofrece un marco de referencia que permitirá darle cierto grado de congruencia y predictibilidad a las decisiones que toma el gobierno para luchar contra la pandemia. Para muchos esto no basta; sin embargo, dada las restricciones existentes y la incertidumbre reinante, al menos es un paso en la dirección correcta.

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