Escrito por: Hugo Maul Rivas
Guatemala, 16 de agosto del 2022
Si esta pregunta se analiza desde la perspectiva de lo sucedido entre mediados de agosto de 2021 y mediados de junio de 2022, la respuesta debe ser afirmativa; durante estos 10 meses el precio del petróleo, variedad West Texas Intermediate, pasó de los US$ 60 a US$ 120 por barril: ¡100% de aumento! Si se juzga por lo sucedido desde ese entonces, la respuesta sería afirmativa pero con perspectiva positiva. Durante los últimos dos meses de este año, este precio retrocedido poco más de US$ 30 por barril: 25% de reducción respecto de su máximo reciente. En términos combinados, el referido precio ha aumentado cerca de 50% durante el último año. Un duro golpe para el presupuesto familiar que ha sido paliado, parcialmente, por el subsidio a los combustibles. Aunque buena parte de los pronósticos indican que el precio del petróleo podría estar rondando los US$80 por barril en 2023, suponiendo que no ocurre algún sobresalto no esperado en la economía mundial, los pronósticos de muy largo plazo i apuntan hacia precios mucho más altos para las próximas décadas. Algunos de ellos apuntan a valores superiores a los US$200 por barril y otros más en torno a los US$ 175. Independientemente del valor exacto que pueda tomar este precio en el futuro, es casi seguro que el mundo no vuelva a ver un precio similar al promedio del período 2015-2020, de US$50 por barril.
Dicho esto, dos elementos particularmente importantes en relación a este tema: uno, no hay subsidio que pueda durar toda la vida, y; dos, es imposible predecir lo que pueda pasar con el precio del petróleo en el futuro cercano. Es decir, no se puede apostar por abaratar artificialmente el precio de los derivados del petróleo de manera permanente; en los años 70 y 80´s muchos países de la región recurrieron a este tipo de esquemas y terminaron pagando un alto costo en términos de fiscales y de eficiencia productiva. Cualquier intervención gubernamental dirigida a paliar los efectos negativos de los altos precios del petróleo no solo resulta insostenible a largo plazo sino, además, provoca que se desvíe la atención respecto de otros problemas de carácter estructural cuyo alivio resultaría más beneficioso para todos. Por ejemplo, la urgente necesidad de invertir en mejorar el transporte público en las principales ciudades del país y ampliar y mejorar la infraestructura de transporte existente. Asimismo, mejorar la planificación urbana para propiciar el uso de medios alternativos de transporte y garantizar que los puestos las personas vivan más cerca de los lugares donde trabajan. Quemado, literal y figuradamente, cuantiosos recursos en tediosos atascaderos viales, lentos y largos viajes y costosos tiempos muertos, el país no solo no va hacia ningún lado sino hipoteca de manera irremediable su futuro.