Escrito por: Hugo Maul Rivas
Guatemala, 22 de marzo del 2022
Durante el pasado 2021 en el mundo, las economías avanzadas crecieron a una tasa de 5% y los mercados emergentes y las economías en desarrollo un 6.5%; la región asiática creció a una tasa de 7.2% y Latinoamérica y el Caribe a una de 6.8%. Dadas las circunstancias por las que pasa el mundo actualmente parece muy poco probable que la tasa de economía mundial en 2022 pueda alcanzar el 4.4% de crecimiento proyectado a finales del año pasado; lo mismo que las economías en vías de desarrollo puedan alcanzar el 4.8% originalmente proyectado para 2022. A finales del año pasado para nadie era desconocido que el mundo estaba a las puertas de un importante episodio inflacionario a nivel global y de un inminente aumento de las tasas de interés internacionales. El aumento de precios de materias primas como el petróleo y sus derivados, así como de ciertas materias primas de origen agrícola, claves para la oferta global de alimentos a nivel mundial, era algo que ya se venía experimentando desde mediados del año pasado. Sin embargo, la situación desatada por la invasión rusa a Ucrania provocó alzas inusitadas adicionales en muchos de estos precios, llegando en ciertos casos a niveles que comprometen la recuperación económica mundial.
Países como EUA, por ejemplo, lograron resolver de manera rápida los graves problemas de desempleo provocados por el COVID-19; sin embargo, lo hicieron gracias a una expansión del gasto público y la emisión de dinero sin precedentes en la historia reciente. Decisiones que, como se está experimentando ahora, en el “pecado llevan la penitencia”; la escalada de precios que hoy experimentan muchos precios clave para la economía mundial se explica, en parte, en el abuso de este tipo de políticas. Situación que obliga a los bancos centrales del mundo a aumentar sus tasas de interés para tratar de frenar la escalada de precios, aunque esto tenga como consecuencia frenar el crecimiento y la inversión en la economía mundial. La gradual convergencia de las tasas de crecimiento hacia sus valores naturales de largo plazo era algo que todos esperaban luego de la crisis del 2020; no había razones para esperar que las espectaculares tasas de crecimiento observadas en 2021 se pudieran mantener a largo plazo. Lo que no se esperaba, al menos no con la severidad y duración que está viviendo, son los niveles de volatilidad e incertidumbre que afronta la economía mundial a raíz de todos los hechos recientes. Factores que, en el caso de Guatemala, se suman al impacto negativo de los aumentos de precios en las materias primas y enfriamiento de la economía mundial para hacer del 2022 un año particularmente complicado.