Escrito por Hugo Maul Rivas
Guatemala, 15 de noviembre del 2022
La discusión del aumento al salario mínimo será siempre es un tema polémico. Invariablemente, salvo contadas excepciones que se pueden contar con los dedos de una mano, el proceso de negociación termina en lo mismo: dejando en manos de los representantes del Ejecutivo tan importante decisión. Dependiendo de la inclinación política del gobierno de turno, dicha decisión puede ir en cualquier dirección. En algunas ocasiones tal potestad de decisión se ha utilizado con claros tintes populistas. Buscando granjearse el apoyo popular en las urnas electorales, más de un gobierno en el pasado reciente ha manipulado el salario mínimo sin atender la situación económica reinante en el país y el mundo. No hace falta explicar las consecuencias económicas de tales decisiones. La inmensa mayoría de los guatemaltecos se ocupan en actividades informales ante la imposibilidad de conseguir empleos formales en donde se pague el salario mínimo. Aunque la polémica alrededor de la revisión del salario mínimo siempre estará presente, es muy distinto aumentarlo dentro de un contexto de expansión económica mundial y perspectivas optimistas que en una situación totalmente opuesta. Aumentar el salario mínimo de cara a una recesión global de dimensiones desconocidas y dentro de un contexto de significativo retroceso en los niveles de confianza sobre la economía mundial.
Aunque los trabajadores más productivos probablemente no perderían su empleo a causa del aumento del salario, los trabajadores poco productivos, con bajos niveles de educación, capacitación y experiencia corren el riesgo de perder sus trabajos formales, en caso lo tengan, o que su afanosa búsqueda por un empleo formal se vuelva más complicada todavía ante la falta de tal tipo de empleos. Elevar el costo laboral de las empresas de forma desmedida a las puertas de una contracción económica global, que tarde o temprano afectará al país, inevitablemente provocará destrucción de parte del empleo formal que ya existe y complicará todavía más la creación de nuevos empleos formales en el futuro cercano. No obstante, difícilmente patronos y trabajadores puedan coincidir en un aumento al salario mínimo que satisfaga a ambas partes, quedando en manos de los representantes del Ejecutivo en las respectivas comisiones tripartitas sumarse a cualquiera de estas dos posturas. En caso de no respaldar estos alguna de estas posturas, la decisión final correspondería a las más altas autoridades del Ejecutivo. Decisión que debe sopesar dos elementos fundamentales en este momento: el episodio inflacionario que experimenta el país y el sombrío panorama económico que se cierne sobre el mundo en el futuro próximo.