Escrito por: Hugo Maul Rivas
Guatemala, 31 de diciembre del 2019
La decisión de fijar el salario mínimo ha terminado nuevamente en manos del Presidente de la República. Decisión que recae en este funcionario ante la rutinaria falta de acuerdo en las mesas de negociación de los salarios y que, innecesariamente, politiza un proceso que debería guardar relación directa con el resto de instrumentos de política económica. Desde una perspectiva macroeconómica amplia, la politización de esta decisión equivale al nivel de las tasas de interés, tipo de cambio y metas de inflación, entre otras variables macroeconómicas clave, se decidiera en función de criterios políticos en lugar de consideraciones técnicas. Si ese fuera el caso, seguramente se alzarían voces de alarma y descontento por doquier: algunos denunciarían que ni en los períodos de mayor avance del control económico del Estado se llegó a tales extremos en el país; más aducirían que tales decisiones introducirían peligrosos desequilibrios en el sistema económico nacional. Tan peculiar forma de decisión sobre los salarios mínimos impide reconocer la importancia que tiene la congruencia entre dicha decisión y el resto de instrumentos de política económica y las condiciones materiales de los distintos tipos de negocios obligados a pagarlos. Cuando esta decisión no forma parte de una política económica integral no existe garantía alguna que la misma vaya a rendir los frutos que tanto anhelan quienes la defienden; lo más seguro es que tal decisión terminé generando condiciones contrarias a las que se necesitan para afrontar los desafíos del empleo, crecimiento económico y mejorar los ingresos de la población.
Se toma la decisión del salario mínimo como si no tuviera nada que ver con el resto de variables macroeconómicas; raras veces se incorpora dentro de este proceso de decisión los efectos que ella tiene sobre el resto de variables macroeconómicas y las pocas veces que se hace, generalmente, es viendo “por el retrovisor”, sin considerar los efectos futuros de la decisión sobre el sistema económico. Ante tales circunstancias, hay que reconocer que no se puede pretender resolver un problema tan difícil y complejo como los bajos ingresos laborales mediante la manipulación de una sola variable económica. No obstante, año con año los presidentes de turno terminan tomando decisiones salariales que son de igual, o mayor importancia, para el sano funcionamiento de la economía que las decisiones de fijar la tasa de interés líder, las metas de inflación o la regla de intervención del tipo de cambio. Así como nadie creería que la inflación se puede eliminar por decreto, como lo demuestra el caso venezolano recientemente, tampoco se debe creer que en manos del presidente está mejorar los salarios de los trabajadores guatemaltecos.