30 de enero de 2018
Escrito por Hugo Maul R.
A principios de enero del año pasado el Banguat proyectó unas tasas de crecimiento económico que terminaron siendo muy optimista; de unas tasas esperadas entre 3 por ciento y 3.8 por ciento, la economía finalizó creciendo solo un 2.8 por ciento. Hasta aquí, nada nuevo; cual barco a la deriva, que es arrastrado por vientos y corrientes marinas, el país pareciera depender enteramente de lo que sucede a nivel internacional para mostrar algún signo de mejoría. El rápido crecimiento que experimenta la economía de EE. UU. bajo la administración Trump, sumado a la estabilidad de los precios de los combustibles, se convierten en 2018 en dos favorables circunstancias externas que podrían ayudar a la economía nacional a sobrellevar los múltiples factores negativos de orden doméstico. Nada garantiza que, al igual que lo acontecido en 2017, acontecimientos de tipo político, judicial o de seguridad imposibles de prever no terminen impactando negativamente la confianza en la economía nacional durante 2018.
De esa cuenta, la leve recuperación económica proyectada por el Banguat para 2018 podría quedarse corta nuevamente aunque las condiciones externas que afronta el país sean mejores que las del año pasado. En función de lo que se vivió durante 2017 y la forma en que ha iniciado este año, todo apunta a que no mejoren gran cosa las condiciones internas del país en todo lo relativo al ambiente para hacer negocios e inversiones durante el 2018. En este orden de ideas, la situación que vive Chile a raíz de la caída en su tasa de crecimiento durante los últimos años y el cambio de gobierno puede resultar aleccionadora para Guatemala. En una reciente entrevista, Felipe Larraín, jefe del equipo económico de la segunda administración de Piñera, refiriéndose a este problema decía que “recuperar el crecimiento es posible, y lo es sobre todo cuando el grueso de las razones para el frenazo son internas. No todas, pero sí el grueso”.
Allá, al igual que acá, claramente existe la necesidad de remover los factores internos que impiden al país crecer más rápidamente, acelerada. Respecto de esto, Larraín apunta que “las políticas económicas y públicas tienen que ver en el crecimiento… y que haciendo mejores políticas públicas vamos a afectar el crecimiento”. Una sencilla y poderosa realidad que pareciera haber sido olvidada por la actual administración, pero que antes de poder ser puesta en práctica requiere que los actores económicos vuelvan a confiar en la capacidad de quienes están a cargo de tales acciones. En tal sentido, este experto chileno señala que el cambio de expectativas en Chile se basa, “primero, en una fuerte recuperación de la confianza con el nuevo gobierno bajo el liderazgo del presidente Piñera. Segundo, en que se verá la mano en el sentido de que tendremos políticas públicas de mayor calidad, que volveremos a una tradición que teníamos en Chile y que se perdió los últimos cuatro años. Y tercero, porque tenemos algo de mejores condiciones externas”. Las condiciones externas favorables las tiene Guatemala, las otras dos, difícilmente.