Guatemala, 17 de diciembre 2019
Escrito por: Hugo Maúl Rivas
La migración por razones laborales e informalidad constituyen dos formas de adaptación del sistema económico ante decisiones de política económica que encarecen el costo de la mano de obra por encima de su valor natural de escasez y productividad; que provocan sustitución de empleos poco productivos por maquinaria y tecnología; y dificultan la creación de nuevas oportunidades de empleo. Sin duda, dos fenómenos no deseables pero bienvenidos dadas las circunstancias e incapacidad demostrada de eliminar estos factores que limitan la capacidad de creación de empleo productivo por parte del sistema económico, en especial empleo para jóvenes sin experiencia y bajos niveles de educación. Empleo informal y emigración constituyen un mecanismo de defensa del sistema “desde adentro” para hacer frente a la imperiosa necesidad de las personas para generar ingresos. Este mecanismo de ajuste automático ha permitido al sistema económico generar niveles de ingreso, consumo e inversión a vastos segmentos de la población. En términos biomédicos podría decirse que la informalidad y las remesas son dos respuestas del sistema “inmunológico” que permite al sistema económico mantener un equilibrio dinámico interno estable modificando su estructura interna (homeostasis).
El multimillonario flujo de divisas que envían quienes se fueron al Norte buscando mejores perspectivas permite a millones de familias mantener niveles mínimos de consumo y bienestar y, al mismo tiempo, afecta negativamente la capacidad de ciertas actividades económicas con alto potencial para generar empleo productivo de manera masiva. La fuerte presión que ejerce este influjo de divisas sobre el tipo de cambio encarece la producción nacional frente a la importada y reduce la capacidad de generación de empleo del sector exportador y de las actividades que compiten con importaciones. En la medida que el sistema más se defiende ante la falta de empleo, la apreciación cambiaria resultante del influjo de remesas limita la capacidad de regeneración del sistema. Cual enfermedad autoinmune, en donde el cuerpo se ataca a sí mismo, el creciente volumen de remesas que ingresa al país termina debilitando la capacidad de generación de empleo del sector exportador. La analogía con la medicina resulta poco afortunada pero esclarecedora: un buen número de las enfermedades autoinmunes sistémicas no tienen cura y resultan mortales o incapacitantes. Sin embargo, cuando se detectan a tiempo es posible que el paciente viva normalmente, como si no padeciese la enfermedad. Desafortunadamente, como parece ser el caso con las remesas, el tipo de cambio y el potencial de generación de empleo del sector exportador, mientras más tarda el diagnóstico y el inicio del tratamiento respectivo, mayor es el riesgo de correr daños irreversibles. Cruzarse de brazos y esperar siempre es una opción, no necesariamente la mejor de todas.