Escrito por Hugo Maul Rivas
Guatemala, 23 de agosto del 2022
Un grupo de trabajadores de Apple se niegan a volver al trabajo presencial. Los empleados argumentan que los altos ejecutivos no respetan las razones que justifican este esquema flexible de trabajo. Aseguran que son más felices y productivos con acuerdos de trabajo menos tradicionales. La empresa notificó a los empleados que deben presentarse a trabajar presencialmente el próximo 5 de septiembre, a lo que los miembros de esta asociación respondieron que ellos han “realizado un trabajo excepcional” desde casa. Un interesante diferendo en donde ambas partes tienen algo de razón. Los trabajadores, por un lado, saben bien cuánto más esfuerzo y dedicación ponen en sus trabajos realizándolos desde sus casas que desde las oficinas corporativas. La empresa, minímamente, tiene una idea de cuánto más productivos son estos trabajadores laborando en casa que en las oficinas respectivas. Si la afirmación de los trabajadores es válida, y lo excepcional se refiere al incremento en su productividad, mal haría Apple obligándolos a volver a la presencialidad. La presencialidad hace sentido solo resulta imposible medir la contribución de los trabajadores al proceso productivo si laboran desde casa.
El retorno a la “normalidad” obligo a muchos trabajadores que laboraban desde casa a volver a la presencialidad. Personas que lamentan perder valioso tiempo batallando en el denso tráfico citadino; resienten el impacto del stress sobre su desempeño laboral; lamentan gastar parte de su salario en combustibles que inútilmente queman en los embotallientos de tráfico. No se diga nada de la congestión vehicular adicional que estos innecesarios viajes provocan sobre el resto de personas que no tienen otra opción que la presencialidad en sus trabajos. De esa cuenta, aunque los trabajadores exagerarán que pueden laborar desde casa exagerarán en sus apreciaciones, podría convenir a las empresas permitir que laboren desde casa. Como mínimo, las empresas y trabajadores que puedan hacerlo deberían adoptar formatos híbridos de trabajo y flexibilizar sus horarios de entrada y salida. La presencialidad no conviene a ninguna empresa si ésta influye negativamente en el estado de ánimo, tensión, concentración y esfuerzo de los trabajadores; si la medición de la productividad y su imputación a cada trabajador no depende de que los trabajadores se reunan en un determinado lugar de trabajo, exigir “horas-nalga” a los trabajadores, obligándolos a asistir al panóptico corportativo todos los días resulta antieconómico para todos: trabajadores, empresa y sociedad. La prueba de esto es que al inicio de la pandemia muchas empresas y trabajadores se adaptaron al trabajo híbrido o virtual y la productividad no sufrió ningún retroceso. No tiene sentido volver a lo de antes cuando ya se encontró una mejor forma de hacer el trabajo.