Seguramente, esta vez volverán a repetirse los errores del pasado en materia presupuestaria.
20 de noviembre del 2018
Escrito por: Hugo Maúl Rivas
Pretender que la aprobación del presupuesto público se limite a un ejercicio exclusivamente técnico es una mera ilusión. Por su propia naturaleza, dicho ejercicio es eminentemente político, característica que no riñe con la necesidad de incorporar consideraciones técnicas en su aprobación. Quienes tienen la responsabilidad legal de aprobar o improbar el Proyecto de Presupuesto 2019 podrán obviar todo tipo de consideraciones económicas, sociales, financieras y operativas al momento de tomar su decisión final. De lo que no pueden hacerse de la vista gorda son de las consecuencias, directas e indirectas, intencionadas y no intencionadas, que provoquen sus decisiones sobre el bienestar general de la población y la efectividad y eficiencia con que se utilizan los recursos públicos. Consideraciones que rara vez se toman en cuenta cuando todo se reduce al resultado que indique la “perinola” política; movilizar recursos públicos con puros fines políticos podrá servir para comprar voluntades, asegurar caudal electoral, pagar favores políticos, enriquecer a alguien o asegurar el apoyo de determinados grupos, nunca para mejorar las condiciones de vida de quienes más lo necesitan.
Después de 30 años de estar repitiendo la misma letanía, al menos el análisis contable-financiero del presupuesto público se ha convertido en una práctica común. No obstante, para lograr un impacto verdadero sobre las condiciones económicas y sociales de la población hace falta mucho más que este simple análisis mecánico de “subibaja”. Habría que superar también la estrecha visión que se conforma con simplemente “etiquetar” emotivamente los gastos para justificar su necesidad; la sola mención de un determinado destino en la descripción de algún tipo de gasto no garantiza que se logren los resultados deseados. Eso sería equivalente a creer que bastaría con bautizar a once niños con los nombres de los jugadores de la selección de fútbol de Brasil para que dentro de un par de décadas Guatemala gane el Mundial; hace falta traducir las buenas intenciones en capacidad para producir los resultados esperados. Según el análisis del Proyecto de Presupuesto 2019 del CIEN, “la estimación de las perdidas en que se incurre por el gasto ineficiente en adquisiciones, salarios y subsidios y transferencias alcanza el 2.7% del PIB”. Un indicador alarmante si se considera que solamente constituye la “punta del iceberg” de todos los demás problemas que adolece el presupuesto público. Seguramente, esta vez volverán a repetirse los errores del pasado en materia presupuestaria; nada se pierde con seguir insistiendo que mientras este tema no se abordé con la seriedad necesaria, el presupuesto público no pasará de ser una carísima e inefectiva piñata.