18/01/2022

Migración: soluciones de fondo

Escrito por: Hugo Maul Rivas

Guatemala, 18 de enero del 2022

“El tiempo pasa / y no te puedo olvidar / te traigo en mi pensamiento, constante, mi amor / y aunque trato de olvidarte, cada día te extraño más”. Esta primera estrofa de la famosa canción Tristes recuerdos, que popularizara Antonio Aguilar, viene como anillo al dedo para juzgar las promesas de la administración Biden en torno al problema de la migración irregular. Un año después del cambio de administración en EE. UU. todo parece seguir igual en esta materia. Como dice la canción, “el tiempo pasa” y “cada día se extrañan más” las soluciones de fondo para este problema; las promesas siguen siendo las mismas, pero los resultados no se ven por ningún lado. A pesar de todos los riesgos que la migración irregular implica, en términos de los peligros del viaje y las bajas probabilidades de éxito de legalización en aquel país, casi a diario se escuchan noticias de centroamericanos que son detenidos en suelo mexicano a bordo de camiones; caravanas multitudinarias que buscan alcanzar la otra orilla del Río Bravo; compatriotas que mueren en accidentes de tránsito o a manos de grupos delincuenciales; o miles de compatriotas esperan en México sin mucha esperanza su turno para que Migración conozca su caso.

Qué bien sonaba escuchar que el nuevo enfoque sobre la migración se centraría en las causas raíz; dejar de estar perdiendo el tiempo en intervenciones poco productivas y mal diseñadas. La realidad ha resultado ser muy distinta; desde una perspectiva puramente práctica, observacionalmente hablando, el nuevo enfoque parece no dar resultados muy distintos a los anteriores enfoques. Con el simple afán de mantener un mínimo de rigurosidad científica, bien valdría la pena que los arquitectos del nuevo enfoque para detener la migración ilegal cuestionaran la validez de su enfoque. A lo mejor están equivocados; tal vez los centroamericanos van a EE. UU. en busca de cuestiones distintas a las que ellos, por medio de las agencias de su gobierno, ofrecen a los ciudadanos de estos países. Aunque no se trata de culpar a los gobiernos de EE. UU. de todos los males, como tanto se acostumbra en Latinoamérica, en cierta medida no se puede negar que buena parte de la solución a los problemas de migración irregular dependen de lo que hagan las autoridades de aquel país. Sin llegar a los extremos de atribuir a un nefasto y prolongado imperialismo yanqui todos los problemas económicos y sociales que afectan a la región, no puede negarse que la erradicación de las causas raíz de la migración irregular requieren algún tipo de “rescate” de las economías de la región por parte de EE. UU. O bien, simplemente que se reconozca que la estructura económica de aquel país requiere de la mano de obra de ciudadanos de estos países y se construyan esquemas de migración seguros, humanitarios y justos para todas las partes.

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