Escrito por: Hugo Maul Rivas
Guatemala, 14 de diciembre del 2021
En buen chapín: “Dejar de hablar pajas”. Ciertamente el fenómeno de la migración es multicausal, reducirlo únicamente a la faceta económica es una sobresimplificación; sin embargo, la crudeza de las comparaciones económicas a veces ayudan a aclarar los verdaderos problemas detrás de los síntomas. Para detener la migración ilegal hacia EE. UU., que se origina por razones económicas, haría falta generar dentro de Guatemala el mismo tipo de oportunidades económicas que los migrantes sueñan con tener en aquel país. Mientras la economía nacional no pueda generar oportunidades económicas, sean en forma de salarios o ganancias, similares a las que obtendrían en EE. UU. quienes desean migrar, hablar de detener la migración resulta imposible. En términos que cualquiera puede entender, mientras la economía nacional no genere adicionalmente, como mínimo, un monto de recursos similar a lo que el país ya recibe por concepto de remesas internacionales, resultará muy difícil disuadir que migren a los cientos de miles de guatemaltecos que anhelan ganar lo que parientes o conocidos ganan allá.
Mientras la actividad productiva doméstica no genere ingresos adicionales equivalentes al 20 por ciento del PIB anuales de manera sostenida (unos US$20 millardos en estos momentos) para “repartir”, por medio de la generación de empleos y oportunidades de emprendimiento, entre quienes están interesados en migrar, no hay política pública, nacional o internacional, que pueda disuadir a estos guatemaltecos de hacerlo. Pretender reducir la migración por medio de la mejora en la calidad y acceso a los servicios públicos que recibe la población, por más importante y urgente que esto sea, jamás generará incentivos suficientes para que los guatemaltecos que desean migrar decidan no hacerlo. Bajo esta misma lógica, no importa cuál sea la cantidad de recursos que obtengan vía la cooperación internacional, mientras esta no alcance niveles similares al monto total de recursos que los potenciales migrantes pudieran generar trabajando en EE. UU. y, además, llegue efectivamente a quienes más lo necesitan, las promesas en esta materia no pasan de ser buenos deseos. Nadie está negando el posible impacto positivo que tienen programas de cooperación internacional; sin embargo, US$300 o US$500 millones más de Ayuda Oficial al Desarrollo, No Reembolsable, al año palidecen en relación con lo que se necesitaría de ingresos laborales adicionales para emplear domésticamente a quienes anhelan hacerlo en EE. UU. En otras palabras, la única forma de que estos guatemaltecos no migren es generar en el país oportunidades económicas en cantidad, calidad y remuneración similares a las que encontrarían en EE. UU. Así de sencillo; así de complicado.