Escrito por: Hugo Maul Rivas
Guatemala 28 de diciembre del 2021
Dentro del paisaje metafórico reinante, muchos califican la tasa de crecimiento económico alcanzada este año como un “rebote” de la economía. Es decir, el 7.5 por ciento de crecimiento económico observado sería la respuesta natural de un sistema cuyas propiedades garantizaban que así fuera. Para principiar, estrictamente hablando, la economía no tiene las propiedades de una pelota de hule, cuyas características elásticas garantizan que, después de haber sido lanzada con fuerza hacia el piso, esta bota con fuerza en dirección contraria. Hace un año existían grandes riesgos acerca de un posible estancamiento de largo plazo de la economía, de un hundimiento todavía más fuerte o de una débil y lenta recuperación. En términos de la metáfora, no existían elementos para afirmar categóricamente la existencia de un límite inferior que funcionaría como un “piso” para que la economía botara en dirección contraria. Por otro lado, se sabía que la pandemia no había afectado las capacidades materiales de producción del país, como lo hubiera hecho un terremoto o una inundación, lo cual permitía pensar que al momento de volver a la “normalidad” la actividad económica volviera por sus fueros. Una elasticidad mínima que no permitía suponer que luego de una contracción económica de 1.5 por ciento viniera una expansión de 7.5 por ciento.
Afirmar que el comportamiento económico observado es como un “rebote” de la economía es descriptivamente válido, pero económicamente equivocado. Hace un año, a manera de reflexión de cierre, en este espacio se argumentaba que “en medio de la lucha contra la COVID-19, el ambiente económico seguía siendo incierto y que los avances que se habían logrado gracias a la ‘reapertura’ de la economía seguían siendo muy frágiles de cara a una segunda ola de contagios y a las medidas que podrían llegar a tomarse dada la severidad de la misma”. Un año después se puede decir que la temida segunda ola no resultó tan catastrófica como se pensaba. Las medidas sanitarias adoptadas para su mitigación, aunque imperfectas, como casi todas las medidas a lo largo y ancho del planeta, apuntalaron la recuperación económica del país. Las autoridades económicas, por su parte, enviaron importantes señales que devolvieron parcialmente la confianza a inversionistas, empresarios y consumidores. A esto se suma la rápida recuperación de la economía estadounidense y, por ende, el crecimiento de las exportaciones y de las remesas; factores estos últimos que aportaron a los guatemaltecos ingresos extraordinarios que se transformaron en consumo e inversión. Más que “rebote”, lo que sucedió en 2021 fue una combinación de decisiones acertadas en el manejo de la pandemia y la economía y un poco de buena suerte. El reto sigue siendo transformar este buen resultado en la regla, en lugar de que sea la excepción.