Escrito por: Hugo Maúl Rivas
Guatemala, 09 de junio del 2020
Según el Banco Mundial, en una publicación dada a conocer ayer, la economía mundial se estaría contrayendo un 5.2 por ciento durante el 2020; en sus propias palabras, “la peor recesión desde la Segunda Guerra Mundial”. Para América Latina se espera una “contracción de un 7.2 por ciento, lo que constituirá una recesión mucho más profunda que las causadas por la crisis financiera mundial de 2008-09 y la crisis de la deuda latinoamericana de la década de 1980”. En ese orden de ideas, durante el último siglo Guatemala ha sufrido tres grandes crisis económicas previas a la del COVID-19: la Gran Depresión de los años 30; la Década Perdida en los años 80; y la Crisis Financiera Internacional en 2008-2009. Los errores y aciertos que se cometieron en cada una de estas crisis aportan importantes lecciones para la situación que hoy se vive. En términos de la caída en la actividad económica durante el momento más crítico de cada crisis, durante la Gran Depresión la actividad económica se redujo en más de 13 por ciento; durante la Década Perdida decreció 3.5 por ciento; y durante la Gran Crisis Financiera Internacional el PIB creció 0.5 por ciento. Las estimaciones del Banco Mundial indican que la a contracción económica derivada de la pandemia sería mayor a la que se experimentó durante el 2008 y 2009 pero menor a la que se vivió en los 80´s.
En lo que respecta a la letra que mejor describe la recuperación esperada, según la mayoría de expertos, lo más probable es que sea un “V”: una rápida caída en 2020 seguida de un fuerte rebote en 2021. La Década Pérdida, una crisis que en principio parecía pasajera, terminó tomando la forma de un letra “U” combinada con una “L” durante los años 1981 y 1987. En este sentido, las buenas noticias son que, de tomarse las medidas económicas y sanitarias, Guatemala podría salir rápidamente de los problemas que hoy vive. Las malas noticias son que, de repetir los errores que se cometieron en la Década Perdida, por ejemplo, un problema puntual y transitorio podría convertirse en una crisis de larga duración cuyos efectos se seguirían sintiendo por mucho tiempo. En tal sentido, habría que evitar los errores de los 80´s en materia de endeudamiento público; descontrol de las cuentas fiscales y monetarias; intervenciones con criterios políticos en variables macroeconómicas clave como el tipo de cambio, tasa de interés y salarios. La crisis del COVID-19 no aparenta ser, ni por asomo, parecida a la Gran Depresión pero, de no tenerse cuidado, bien podría convertirse poco a poco en un episodio cuya duración sea más larga de lo que originalmente se estimaba. Sobre todo, en la medida que no se comprenda la importancia de preservar las fuentes de empleo durante la fase de contracción y de promover la generación de empleo en la fase de recuperación, aspectos íntimamente ligados a lo que se haga en materia de fomento a la inversión, productividad y política salarial.