Escrito por Hugo Maul Rivas
Guatemala, 16 de julio de 2019
La ciudad de Nogales está dividida en dos por una alambrada… al norte… Nogales (Arizona)… la renta media de un hogar es de unos 30 mil dólares al año… al sur de la alambrada…[la vida] es bastante distinta… [a pesar que] los habitantes de Nogales (Sonora) viven en una parte relativamente próspera de México, la renta media de cualquier hogar es de alrededor de una tercera parte de la que tienen en Nogales (Arizona)… [la razón de estas diferencias es] muy sencilla y obvia…”: Nogales (Arizona) está en Estados Unidos y Nogales (Sonora) está en México”.
Correctamente, Acemoglu y Robinson, autores del famoso libro titulado ‘Por qué Fracasan los Países’, de donde se han tomado los pasajes entrecomillados, argumentan que cada uno de estos Nogales “viven en un mundo distinto moldeado por diferentes instituciones. Los derechos de propiedad, por ejemplo, por más que se protejan constitucionalmente, en la realidad tal protección no pasa de ser una mera declaración de principios. En toda Latinoamérica, en menor o mayor grado, la certeza jurídica sobre los derechos de propiedad es escasa; como bien lo ha retratado De Soto, en lo que ha denominado ‘Capital’ Muerto, las instituciones jurídicas que protegen la propiedad responden a una lógica en donde el Estado, se reserva para sí todo tipo de prerrogativas para limitar o dificultar su posesión, utilización, transformación o intercambio.
Algo parecido sucede en el ámbito jurídico, en donde a pesar de la importancia retórica que se le confiere al Estado de Derecho, en la práctica la impunidad sustituye al Imperio de la Ley y la ilegalidad se convierte en modo de vida. Del “otro lado” existe mayor certeza del castigo ante la violación de la ley, y aunque también se cuecen habas, existen más limitaciones al ejercicio del poder. De este lado sigue operando la vieja lógica de “hecha la ley, hecha la trampa” y “a mis amigos todo, a mis enemigos la ley”. En el extremo, la violación sistemática de las reglas del juego se convierte en el ‘modus operandi’; lo que sabiamente en México se conoce como “el que no transa, no avanza”. Situación que termina por socavar la fibra moral de la sociedad, promoviendo la ilegalidad como modo de vida; a tal grado que, en ciertos contextos, acatar voluntariamente a las leyes es visto como sinónimo de debilidad o tontería. De “este lado”, ya sea que se trate de México, Guatemala, El Salvador o Argentina, las instituciones básicas que garantizan la prosperidad de los pueblos están ausentes, no funcionan efectivamente o han sido desnaturalizadas. Hacer Centroamérica grande otra vez, suponiendo que alguna vez lo fue, implica cambiar estas condiciones fundamentales, más que gastar miles de millones de dólares de la cooperación en programas y proyectos hechos a la medida para combatir la migración