Escrito por: Hugo Maul Rivas
Guatemala, 19 de octubre del 2021
El endeudamiento público en el presente no es más que una promesa de mayores impuestos en el futuro. Afirmación que se desprende del conocido concepto de la “equivalencia ricardiana”, en honor de David Ricardo, famoso economista del siglo XVIII. Principio según el cual existe una equivalencia directa y proporcional entre el endeudamiento público actual y la necesidad de mayores niveles de recaudación tributaria en el futuro para hacer frente a los pagos que de esta se derivan. En palabras fáciles de entender: del mismo cuero salen las correas. No hay de otra, lo que hoy se pide prestado habrá que pagarlo de regreso mañana, y con intereses. En otros términos, desde el punto de vista de la sociedad, el pago del monto principal de la deuda y de los intereses, se quiera o no se quiera, necesariamente provendrá, a largo plazo y en última instancia, de los impuestos que el Gobierno cobre mañana a los ciudadanos. Para ser justos, para que tal equivalencia pueda ser invocada plenamente hacen falta una serie de condiciones adicionales; sin embargo, dada la sobresimplificación de los problemas económicos que hoy satura los medios y redes sociales, no sería del todo inválido sostener que el endeudamiento público siempre es la otra cara de la moneda de mayores impuestos futuros.
Salvo por el hecho de que quienes den el dinero prestado al Gobierno no sean los mismos sobre quienes recaiga el pago de los impuestos futuros, lo que el Gobierno gasta hoy saldrá de los mismos bolsillos de quienes, supuestamente, dicha deuda debe beneficiar. Por esa simple razón habría que mantener siempre una sana sospecha acerca del uso que se le da al endeudamiento público; así como el mal uso de los impuestos enoja a cualquiera y disminuye el, ya escaso, deseo de pagar impuestos de la población, el mal uso de la deuda pública tiene el mismo tipo de efecto. La única diferencia es que cuando toque pagar la deuda y sus intereses de regreso, en el futuro, no quedará ya nada por hacer para corregir el despilfarro, ineficiencias y mal uso de los recursos que se haga hoy con el dinero proveniente de dicha deuda. Es desde esta perspectiva, entre otras muchas, que la constante inobservancia de la disposición legal de no financiar gastos corrientes con recursos provenientes de la deuda pública resulta preocupante. Según un informe del CIEN, el Proyecto de Presupuesto Público 2022 contiene Q6 mil 368.5 millones para gastos de funcionamiento que se financiarán con deuda pública interna y préstamos externos. En lugar de utilizar los recursos del endeudamiento público para construir mayores capacidades productivas para el futuro, los recursos se dedican a financiar gastos recurrentes que en poco o nada contribuirán a que mañana resulte más fácil hacer frente a las cargas que se están trasladando hacia el futuro.