19/11/2019

Gastar por gastar

Escrito por: Hugo Maúl Rivas

Guatemala, 19 de noviembre del 2019

Cínicamente hablando, pero con cierta evidencia estadística de por medio y en función de la falta de resultados, bien puede decirse que el sector público gasta por gastar. El gasto público crece porque crece; una aparente circularidad argumentativa que no constituye un error lógico sino la descripción del patrón más básico de comportamiento detrás del proceso presupuestario. Como acostumbraba explicar el querido doctor Bernardo Morales, ilustre profesor e investigador en temas cuantitativos, la forma más fácil de pronosticar el comportamiento del gasto público es mediante una regla de plástico que ayude al interesado a trazar una línea recta hacia el futuro sobre una gráfica que muestre su evolución a lo largo del tiempo. Mientras no se evalúen los resultados que ya se alcanzan con lo que se gasta actualmente, el valor económico y social del monto actual del gasto público, poco o nada añade al análisis del tema elaboradas explicaciones teóricas para justificar ese monto. El ejemplo de Nayo, además de constituir un excelente ejemplo de la “Cuchilla de Occam”, principio metodológico que explicaba en su clase de econometría, apunta correctamente hacia el poderoso componente inercial que caracteriza al crecimiento del gasto público. Explicación que, en ausencia de otro tipo de evidencia contundente que demuestre plenamente la conexión entre gasto público y cambio en las condiciones sociales y económicas de la población, basta y sobra para explicar la dinámica detrás de las negociaciones presupuestarias.

Argumentar que debe seguir aumentado de manera inercial el gasto público, aunque se sepa que el mismo no es nada efectivo, es un argumento falaz que asume que las falencias estructurales en cuanto a planificación, organización productiva del sector público y evaluación de resultados desaparecerán por arte de magia por el solo hecho de dotar de más recursos al sector público. Bajo las condiciones existentes, lo más probable es que cualquier aumento del gasto público termine siendo tan poco efectivo como lo que ya se gasta. En ausencia de una adecuada planificación de las intervenciones públicas, que mínimamente responda a algún modelo conceptual y productivo que permita evaluar, ex ante, qué tan efectivas pueden resultar estas intervenciones, la única justificación existente para gastar es gastar. Como bien decía un investigador del CIEN ayer en una columna de opinión en otro medio impreso, el análisis “subibaja”, qué tanto se practica en el ámbito presupuestario, no aporta nada para comprender la capacidad real del sector público para transformar recursos monetarios en algún tipo de bien o servicio valioso para la población. Este simplista análisis aritmético de identificar cuánto sube un renglón de gasto y cuánto baja el otro, a lo sumo, sirve solamente para alimentar el morbo alrededor del gasto público.

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