Escrito por Hugo Maul Rivas
Guatemala, 30 de marzo del 2021
Salvo que se recurra a la ciencia ficción, cuando se trata de anticipar cómo serán los empleos del futuro, imaginar el futuro del empleo es una tarea ridícula, por imposible. Sin embargo, a pesar de ser una tarea ridícula, imaginar el futuro del empleo y los empleos del futuro es una tarea necesaria y urgente. Cómo mínimo, parafraseando a un premio nobel de Economía, habría que crear los empleos del presente para que la revolución tecnológica que se avecina encuentre algo que destruir. Si hace 30 años la región hubiera puesto más atención en cuestiones como esta, hubiese sido posible anticipar el ascenso de China en el mercado mundial y aprovechar mejor esta oportunidad o, como mínimo, hacer frente de mejor manera a los desafíos que esto trajo consigo. Lo mismo podría decirse en relación a las oportunidades que Guatemala ha dejado pasar frente a otros países de la región. Por ejemplo, Honduras, que sufre del mismo tipo de males económicos, sociales, institucionales y políticos que Guatemala, aprovechó mejor las oportunidades que los tratados de libre comercio trajeron consigo en cuanto al desarrollo del sector de confección de vestuario y producción de textiles. La participación de las exportaciones hondureñas de estos productos en el mercado estadounidense son más del doble que las de Guatemala; de haberse comprendido mejor hace 25 años el potencial de la industria ligera intensiva en mano de obra representa para países como Guatemala, en donde abunda la mano de obra poco capacitada, seguramente hoy habrían mucho más empleos en este sector. Lo mismo pasa en relación a Costa Rica, país que hace 50 años tenía una estructura económica similar a la de Guatemala, en donde la principal categoría de exportaciones actual es la de dispositivos médicos y productos eléctricos y electrónicos.
Nada de malo tiene pretender emular lo que Honduras y Costa Rica han hecho en estos sectores, si las lecciones se aprendieran, seguramente importantes ganancias habrían en materia de mayores oportunidades de empleo y productividad. Dado que los beneficios de esta revolución tecnológica no se distribuyen de acuerdo a algún criterio de equidad que favorezca a Guatemala, es necesario reconocer que para tener más y mejores empleos en el futuro se necesita tomar decisiones importantes hoy. No se puede dejar nuevamente al azar el futuro económico del país, pretendiendo que “en el camino se arreglan las carretas”; la experiencia nos muestra que sin un mínimo de planeación a futuro, la nave se termina perdiendo en altamar. No sorprende, pues, que ante este callejón sin salida, millones de personas vean en la migración su única oportunidad. Las consecuencias de políticas económicas que ignoran esta necesidad se aprecia en la precariedad del empleo que persiste en Guatemala.