Escrito por: Verónica Spross
Guatemala, 04 de noviembre del 2021
Estamos ya entrando al último bimestre del año. El fiambre, nuestra tradicional comida del primero de noviembre, que se comparte en familia, señala también el inicio de fin de año. Esta tradicional comida nos da muchas lecciones que bien vale la pena analizar para fortalecernos como sociedad.
El fiambre es una costumbre social que se realiza de forma espontánea, que se transmite de generación en generación, de madres a hijos y luego a nietos y nietas. Antes era preparado tradicionalmente por las mujeres de la familia, ahora los hombres también se interesan por la receta y por colaborar en la compleja preparación del mismo. Hacer el fiambre toma al menos tres o cuatro días, lo que nos deja lecciones importantes para las actividades productivas, educativas y culturales.
En el primer día se consiguen los ingredientes, se pelan y cocinan las verduras, luego se cortan a la medida idónea, principalmente en juliana. En el segundo día se preparan los embutidos y carnes, jamones y mortadelas. Se prepara el caldillo, el cual se hace conforme al gusto familiar. Y el tercer día se preparan los platos, se decoran de manera especial con los colores de Guatemala, incluyendo el chile pimiento, espárragos, queso fresco, huevo duro, queso seco y perejil picado. Las recetas de las familias son muy diversas. El fiambre puede ser rojo, rosado o blanco. El sabor tiende a ser más fuerte si tiene vinagre, algunos son agridulces, en fin… cada cocina plasma su sabor con los más de 25 ingredientes que se incorporan en este platillo que se vincula también a la temporada de los barriletes.
¿Qué lecciones nos deja el fiambre? Que es importante ser tolerantes unos con otros, respetando las costumbres de unos y otros. A cada uno le gusta más su fiambre, porque es la tradición de sus ancestros y su paladar se formó conforme a esta. No a todas las personas les gustan todos los fiambres, y aún así son respetuosas de las recetas de los demás.
Lo mismo sucede con los postres, incluyendo al ayote y jocotes en dulce, torrejas, buñuelos o flan antigüeño. Es el fiambre una ocasión para compartir con la familia, relatar anécdotas, recordar a los antepasados que ya nos dejaron, pero sobre todo sentir agradecimiento por lo que se tiene. Y especialmente ahora con todo lo que se ha vivido en la pandemia, agradecer por la vida misma y por la oportunidad de seguir aportando a nuestro país desde el ángulo de nuestra labor diaria.
Nuestro país debe ir regresando a la normalidad, con todo lo que ello significa. Los mayores porcentajes de vacunación señalan que podemos ir retornando a las escuelas, a los deportes, a ser productivos plenamente, a las iglesias y a otras actividades sociales, por supuesto guardando aún medidas de prevención. Los niños y jóvenes necesitan fortalecer su formación con clases presenciales. Se ha anunciado que el próximo año se retorna a las aulas. Es tiempo de preparar las escuelas para un regreso seguro, pero sobre todo para una educación más relevante y acorde a la realidad del siglo XXI, donde se forma con capacidad de innovar y emprender. Que los vientos de noviembre se lleven el pesimismo y recarguemos baterías para ir regresando a la normalidad.