Escrito por: Hugo Maul
Guatemala, 10 de enero del 2023
Los acontecimientos que se vivieron el pasado domingo en Brazilia son una muestra de los extremos a los que puede llegar una fanaticada cegada por la intolerancia y el temor. Temor a todo lo que signifique la ruptura con el orden conocido en cualquiera de sus dimensiones: política, económica, social, cultural, educativa, religiosa, jurídica, etcétera. Intolerancia respecto de todo aquello que amenace los valores sobre los cuales fundamentan su propia identidad y percepción de superioridad. No resulta sorpresivo, pues, que algunos miembros de esta fanaticada se hayan acercado a los cuarteles militares a solicitar que restaurarán el orden, tal como ellos lo perciben en su país. Una actitud que se fundamenta en una profunda creencia que cualquier transgresión a dicho orden debe ser rápidamente corregida y severamente castigada. Una peligrosa combinación de creencias, temores y valores que, tal como quedó demostrado con la forma de proceder de la turba brasileña, representan una grave amenaza para el funcionamiento de la democracia liberal en cualquier país. Independientemente de lo que piense Lula y las decisiones que pueda tomar en materia jurídica, política o económica, resulta inadmisible pretender recuperar por la fuerza lo que no se pudo ganar en las urnas electorales.
Por más que uno pueda estar en contra de la medidas que Lula ha tomado en sus primeros días de gobierno, y existen razones poderosas para sospechar que algunas de ellas obedecen a una agenda populista de izquierda, no se justifica recurrir a la fuerza para recuperar un determinado estado de cosas. Lamentablemente, así como los populistas de izquierda satanizan al liberalismo, responsabilizando a sus seguidores de todos los males que sufren los pueblos de la región, el populismo de derecha hace lo mismo, acusando de comunistas a todos los que se oponen a su particular concepción de la ley, el orden, la cultura y la economía. Así como resultan criticables las acciones de Castillo en el Perú, personaje a quienes muchos califican de populista de izquierda, para hacerse del poder, igualmente criticables resultan las acciones de los seguidores de Bolsonaro el pasado domingo. Como dice el refrán, “o todos hijos o todos entenados”. El problema fundamental no es el determinado tinte que pueda tener una opción política, sino que tan dispuestos están a respetar el sistema de pesos y contrapesos que regulan el uso del poder. Tan malo es el autoritarismo de derecha como el de izquierda. Tan malo es el populismo de izquierda como el de derecha. Ortega y Somoza, para citar dos conocidos ejemplos, seguramente sufren juntos el mismo castigo en alguno de los niveles más profundos del infierno.