Escrito por: Hugo Maul Rivas
Guatemala, 08 de noviembre del 2022
El proceso de liberalización del comercio internacional que viene ocurriendo desde la posguerra afronta uno de sus momentos más descoloridos de las últimas siete décadas. Los descalabros económicos derivados de las interrupciones en las cadenas de suministro, sumados a las consecuencias económicas de las acciones tomadas por gobiernos para hacer frente a la pandemia, han provocado una creciente insatisfacción en las sociedades más desarrolladas. La guerra comercial que había iniciado ya entre China y E.U.A., durante tiempos de Trump, fue solo un presagio de una serie de eventos que han venido ocurriendo después de manera generalizada. La reciente queja de la Unión Europea en relación a los efectos sobre el comercio internacional de la Ley para la Reducción de la Inflación de EE.UU. es otro ejemplo preocupante de esto. Según la UE, los apoyos gubernamentales que esta legislación otorga al fomento de energías verdes discriminan contra los intereses de empresas automotrices, energías limpias e intensivas en el uso de energía eléctrica en Europa. Entre presiones inflacionarias, desabastecimiento en mercados esenciales, intensificación de los conflictos bélicos, crecientes flujos migratorios y descontento con la clase política gobernante, cada vez son más los ciudadanos de países desarrollados que reclaman a sus políticos defender los intereses nacionales antes de seguir honrando los compromisos adquiridos con la arquitectura institucional que gobierna el libre comercio internacional.
Aunque la institucionalidad existente descansa en normas que establecen limitaciones y concesiones recíprocas entre los países, más que en la defensa del libre comercio, al menos han constituido un marco de reglas del juego estable para hacer predecible la división internacional del trabajo. La desconfianza, y consecuente inobservancia, de este conjunto de reglas puede resultar en un quiebre estructural en la configuración económica mundial. De un ideal de una economía globalizada, hoy existe el riesgo que el mundo termine divido en grandes bloques económicos poco interesados en comerciar entre sí. De un ideal de gobernanza basado en reglas del juego iguales para todos, existe el riesgo que la excepción y el trato diferenciado se conviertan en la nueva regla para hacer negocios internacionalmente. De un sistema basado en la división internacional del trabajo y la especialización, existe el riesgo que las grandes economías terminen cerrándose para reducir su dependencia de terceros. Desafíos particularmente importantes para países que dependen del ordenado funcionamiento del actual sistema internacional de división del trabajo. Riesgos que no se materializarán en el corto plazo, pero cuya identificación es vital para el futuro económico de países como Guatemala.