09/03/2021

Efectividad de las vacunas contra el COVID-19

Escrito por: Hugo Maul Rivas

Guatemala, 09 de marzo del 2021

Por lo que ha podido verse a lo largo y ancho del planeta, la apuesta que hacen todos los países en materia de vacunación es alcanzar la llamada “inmunidad de rebaño”; es decir, alcanzar un umbral mínimo de personas inmunes a la enfermedad, gracias a la vacuna, que reduzca a cero, en el límite, la probabilidad de transmisión de la enfermedad de personas contagiadas a personas saludables no inmunes. Un proceso en el cual el grado de eficacia de las vacunas resulta fundamental; no obstante, es importante considerar que efectividad en prevenir la transmisión de la enfermedad no es equivalente a efectividad en la prevención de la hospitalización de quienes, de su ingreso a la unidad de cuidados intensivos o, eventualmente, de su muerte por causa de la enfermedad. Si bien las vacunas aprobadas en EE. UU. y Europa son bastante efectivas para reducir el riesgo de contraer la enfermedad en su variedad sintomática, muy por arriba del umbral mínimo del 50 por ciento sugerido por la OMS, esto no quiere decir que una persona vacunada está libre del otro tipo de riesgos. Cuando se dice que la vacuna es efectiva, no necesariamente se puede concluir que es igualmente efectiva para cada uno de estos otros riesgos.

De las vacunas aprobadas al día de hoy, solo dos o tres de ellas incluyeron dentro del diseño de sus ensayos controlados aleatorizados los riesgos de hospitalización dentro de los criterios de eficacia de las mismas. Lo cual quiere decir que no se sabe con mucha certeza la probabilidad que alguien haya sido vacunado no termine siendo hospitalizado y/o con complicaciones graves. Estudios basados en programas de vacunación en marcha han demostrado que las vacunas de Pfizer y de AstraZeneca, por ejemplo, han logrado reducir las tasas de hospitalización en rangos que van desde el 50 hasta el 87 por ciento dependiendo del grupo poblacional que se trate. Muy buenos niveles de protección que no necesariamente implican que estar vacunado sea equivalente a llevar encima una especie de escudo mágico contra todos los riesgos asociados a la enfermedad; razón por la cual, incluso estando vacunados, habrá que mantener por un tiempo cuidados mínimos como los actuales. Esta interesante y dinámica discusión, por de pronto, acá en Guatemala no pasa de ser una mera reflexión teórica acerca de los alcances reales de la protección que ofrecen las vacunas. Ojalá la obligada espera por las vacunas, y los acelerados avances que ocurren en su desarrollo, permita adquirir las mejores versiones en un futuro cercano. Mientras llega ese día, en el que haya que preocuparse por el tipo de reflexión de las líneas de arriba, no queda más que seguir “manteniendo la guardia en alto” y esperar que el “por de pronto” no se convierta en años de espera.

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