Escrito por: Hugo Maul Rivas
Guatemala, 04 de abril del 2023
Probablemente sea muy pronto para sacar conclusiones. La campaña electoral recién ha comenzado. Sin embargo, si así son los primeros frutos de este proceso, es poco lo que puede esperarse conforme se acerque el momento de la verdad. Hasta este día, además de cientos de miles de afiches de todo tamaño y color, dispersos a lo largo y ancho de las calles y carreteras del país, y millones de publicaciones de material audiovisual de todo tipo en las redes sociales, es poco lo que se sabe de las propuestas concretas de quienes compiten para cargos de elección popular. Juzgando a partir de la información que contiene el material impreso y audiovisual de fácil acceso para la población, lo único que queda claro es que la gran mayoría de políticos en contienda han optado por el camino más fácil: endulzar los oídos de los votantes. Ofrecer todo tipo de dádivas a cambio del voto: programas sociales; subsidios; transferencias monetarias; eliminación de impuestos; dotación de insumos agrícolas; crédito barato; etcétera. Además de este tipo de mecanismos de “compensación directa” por el voto, todos hablan de mejorar la seguridad, la educación y la salud pública. Los más atrevidos y con mayor disponibilidad de recursos no desaprovechan oportunidad alguna para repartir todo tipo de víveres y enseres entre los votantes.
No es la primera vez que esto sucede durante una campaña electoral y tampoco será la primera vez que tal tipo de estrategia arroje pobres resultados. La ausencia de propuestas concretas y bien estructuradas para atacar los principales problemas que afronta el país brillan hoy por su ausencia. Habrá que esperar si la profundidad y seriedad del discurso político mejora en la medida que avance la campaña. Aunque, siendo realistas, tal como decía S. Huntington, el famoso politólogo estadunidense, lo más probable es que “en una sociedad… carente de un sentido de comunidad política, … cada dirigente, cada individuo, cada grupo persigue sus propios objetivos materiales a corto plazo, sin consideración alguna por un interés público más amplio” Resulta, pues, que la mayoría de quienes resultan electos en un sistema de este tipo tengan poco o ningún interés en hacer frente a los grandes problemas del país; y en caso de tener algún tipo de preocupación al respecto, no tengan la menor idea de cómo administrar el aparato estatal para lograr los resultados deseados. En palabras de este pensador estadunidense, “el interés público no es algo que exista a priori en la ley natural o en la voluntad del pueblo. Tampoco cualquier cosa que resulte del proceso político”. El camino de la demagogia y el oportunismo. Un camino que, como ha quedado demostrado en el pasado, no lleva muy lejos.