26 de septiembre de 2017
Escrito por: Hugo Maul R.
El clamor popular no deja ninguna duda: la lucha contra la corrupción debe continuar. No obstante, una cosa es exigirlo y otra promover las reformas que permitan erradicar este mal de forma exitosa y oportuna. En ese sentido, es muy importante reconocer que la naturaleza de la lucha contra la corrupción requiere de esfuerzos y sacrificios por parte de todos y de un proceso de adaptación gradual que puede ser tardado y complicado. Esta lucha no se reduce a un asunto meramente técnico, cuya solución pueda delegarse a un grupo de expertos que identifican con precisión las causas raíz de la situación e implementan las soluciones más efectivas y de menor costo. Al contrario, el combate contra la corrupción conlleva un proceso gradual de cambio y adaptación en donde todos los involucrados en la lucha deben aprender a trabajar en conjunto.
Todos los involucrados en la lucha contra la corrupción deberían reconocer que “la moneda está en el aire”, todavía no hay ganadores ni perdedores. Los falsos y precoces triunfalismos impiden reconocer que la marcada polarización existente hace que todo tipo de liderazgos sean vistos con profunda desconfianza y temor, lo cual limita seriamente la capacidad de dirección del proceso; el afán por empujar agendas sectoriales provoca que espacios legítimos de diálogo sean descalificados bajo pretexto de representar adecuadamente la diversidad de demandas sociales o la pluralidad de la sociedad guatemalteca, surgiendo en su lugar espacios en donde solamente se convoca a quienes piensan igual y repiten el mismo credo; aunque se tienen ideas generales de los cambios que se necesitan, no existen propuestas concretas que puedan ser puestas en operación de inmediato para garantizar los resultados deseados; quienes hoy dicen liderar el proceso carecen de credibilidad para erigirse en los voceros del pueblo y descalificar a todos los demás con el ánimo de monopolizar el manejo de la agenda, al final de cuentas la mayoría de grupos en esta lucha son representativos de algún sector, más no representantes legítimos de los mismos.
En situaciones de alta incertidumbre, desorientación, polarización y pesimismo, como las que hoy se viven, es necesario que todos los involucrados en la construcción de una posible salida a la situación actual comprendan que es momento de facilitar un cambio gradual hacia un nuevo estado de cosas, de guiar a la población en un difícil camino, y no de revivir odios y desconfianzas del pasado, defender a ultranza posiciones radicales o pretender ganar notoriedad, con vistas a capitalizar réditos políticos en el futuro cercano. Más que tratar de imponer una determinada visión del mundo, lo importante es comprometerse con un determinado curso de acción, que se cree correcto, pero estar abierto a la posibilidad que a lo mejor ese curso de acción está equivocado. No reconocer estos factores, al final, puede resultar tan dañino como los males que se pretenden combatir.