Escrito por: Hugo Maul Rivas
Guatemala, 20 de agosto del 2019
Este idílico período entre gobernante y gobernados, que no pasa de los primeros seis meses de gobierno, termina siendo, muchas veces, una de las pocas ventanas de oportunidad en donde un nuevo gobierno puede impulsar algún tipo de reformas. Durante este período el capital político de un gobierno alcanza su máximo; opinión pública, oposición y grupos de presión parecen estar más dispuestos a colaborar con el nuevo gobierno que en otros momentos del tiempo. Un efímero romance que termina tan pronto el nuevo gobierno empieza a cometer errores en el ejercicio del poder; toma decisiones que afectan a ciertos grupos de poder; incumple promesas de campaña, o; empiezan a surgir escándalos entre los nuevos funcionarios. Sea como sea, el amor se acaba; al menos, este ciego amor inicial producto del ascenso al poder de nuevas caras y nuevas ideas. Sobre esta base, los cinco meses de transición que deben transcurrir antes que el nuevo gobierno asuma el poder constituyen una importante amenaza u oportunidad para el nuevo gobierno.
Tan prolongada transición, en un sentido metafórico, brindará incontables oportunidades al nuevo gobierno para caer en la tentación de “comerse la torta antes del recreo”: empezar a ejercer el poder real antes de haber sido investidos para ello. Cuestión que, de resultar acertadas las decisiones tomadas, ampliaría el capital político inicial del nuevo gobierno; pero que, en el caso de resultar equivocadas, podrían echar a perder la futura “Luna de Miel” del nuevo gobierno. Riesgos que deberán saber cómo manejar los funcionarios designados por el nuevo gobierno. Sobre las caras visibles del nuevo gobierno recae ya parte de la atención pública en todo lo que se relaciona a enmendar decisiones erradas tomadas por el gobierno de Morales; asegurar la continuidad de ciertas políticas iniciadas por el gobierno saliente; explicar a la población cómo el nuevo gobierno planea atacar los principales problemas del país; e incidir en las decisiones cruciales para el futuro del país que pueda todavía tomar el gobierno saliente. En cierto sentido, los funcionarios designados tienen en sus manos ya la posibilidad de moldear el futuro que les espera, debiendo evitar que su protagonismo durante esta larga transición gravite negativamente sobre la credibilidad y confianza de la ciudadanía en el nuevo gobierno.