Basta con recordar la forma en que el sandinismo ha manipulado la voluntad del pueblo en distintos eventos electorales.
15 de mayo del 2018
Escrito por Hugo Maul R.
Nada de lo ocurrido es nuevo; desde siempre el sandinismo ha sido igual. Ortega se sostiene hoy gracias a la represión sistemática de todo tipo de oposición política y social a su régimen. La utilización de turbas violentas al servicio del partido, que al amparo del anonimato usan desmedidamente la fuerza contra cualquier opositor al régimen, no es nuevo; así como la complicidad de todo tipo de autoridades públicas llamadas a preservar el orden, la justicia, la seguridad, la transparencia, rendición de cuentas y la división de poderes. En caso alguien dude de lo anterior, basta con recordar la forma en que el sandinismo ha manipulado la voluntad del pueblo en distintos eventos electorales. Los abusos cometidos por el régimen contra los simpatizantes del Partido Liberal Constitucionalista en noviembre de 2008, cuando defendían su triunfo electoral en varias ciudades, entre ellas Managua y León; la represión violenta contra campesinos pobres que osaron oponerse pacíficamente al, ahora fallido, plan para construir un canal interoceánico en territorio nicaragüense.
Los últimos acontecimientos han dejado a Ortega al descubierto frente al mundo; durante mucho tiempo se salió con la suya, convenciendo a muchos acerca de la honestidad de su cambio de apariencia: de revolucionario castro-comunista a hombre respetuoso de la empresa y amante de los negocios; de enemigo de la globalización y el imperialismo económico a amigo y promotor de la inversión extranjera. Muchas facilidades para hacer negocios, pero nada de libertad política; mucha seguridad ciudadana, pero nada de libertades civiles. Durante más de diez años Ortega ha pretendido compensar su falta de vocación democrática y republicana con una imagen de “niño bien portado” con la comunidad internacional de negocios. Ahora que las circunstancias demandan un cambio de actitud por parte de todos en Nicaragua, la comunidad empresarial, nacional y extranjera, no puede quedarse atrás; habrá que ver cómo responde Ortega ante acciones que podría calificar como falta de lealtad y rompimiento del acuerdo básico entre ellos.
Es preciso que la comunidad empresarial de aquel país comprenda que en ausencia de respeto a los derechos fundamentales del hombre y a los valores democráticos y republicanos, es solo cosa de tiempo para que los abusos que hoy padece el ciudadano promedio luego lo padezcan ellos, tal como lo demuestra el caso venezolano. Para sorpresa de quienes creyeron en el “nuevo nacimiento” de este personaje, los acontecimientos de las últimas semanas demuestran la verdadera naturaleza de este tipo de autoritarismo: eliminación de toda expresión social o política que pueda representar una amenaza; concesiones económicas, corrupción y privilegios a cambio de silencio y no intromisión en asuntos políticos o legales que puedan afectar al régimen. Una tóxica y mortal combinación de mercantilismo y autoritarismo que afecta, en diferentes grados, a varios países de la región.