Escrito por Hugo Maul Rivas
Guatemala, 27 de diciembre del 2022
Trecientos ochenta y cinco días antes que asuma el nuevo gobierno es difícil saber con total exactitud cómo estará la situación económica mundial y nacional en ese entonces. Lo que sí se sabe con seguridad es que mientras más seriamente se tomen el reto de hacer gobierno los candidatos en contienda, menos probable es que fracasen en el intento. Teniendo claro que, independientemente cuanto se preparen para ello, los dados están cargados en el sentido negativo. La historia, al menos cómo ésta toma forma en la memoria de los votantes, demuestra que resulta más probable hacer un mal gobierno que uno bueno. Ahora bien, prepararse para ganar una elección no es lo mismo que prepararse para gobernar. En un sentido estricto, poco o nada tiene que ver una cosa con la otra. Salvo que si no se gana la elección, nada se puede gobernar. En ese sentido, la historia reciente demuestra que hay ciertas lecciones básicas a tener en cuenta. Primera, la importancia de tener una visión, un plan de gobierno y un equipo competente. Factores esenciales para el éxito de cualquier nuevo gobierno. ¿Plan de gobierno? Todos los partidos tendrán uno. El reto es que éste no sea una mera colección de buenas intenciones, incoherentes e inconsistente entre sí y alejadas de la realidad nacional y las capacidades del sector público. ¿Visión? Sin duda, el partido que gane tendrá una. Que la misma sea compartida por todos, quién sabe. ¿Equipo de trabajo? Todos los partidos tienen de sobra personas interesadas en ocupar cargos públicos. Que éstas sean las más idóneas, capaces y honestas, está por verse. La experiencia reciente demuestra que esto es de lo más difícil de lograr.
. Culpar a la mala fortuna o a la situación heredada del gobierno anterior, dos de los pretextos más socorridos por los nuevos gobiernos, son dos excusas que cada vez tienen menos poder de convencimiento entre el electorado. Todos los que anhelan con llegar al poder obligados están a conocer bien el terreno en donde se están metiendo. En todo caso, es buen momento para reconocer que planes de gobierno extremadamente ambiciosos, por la infinidad de objetivos e inmensas necesidades de gasto, son una buena receta para el fracaso al momento de hacer gobierno. Lo mismo que promesas electorales desbordadas; ofertas electorales sin fundamento alguno en las capacidades reales del sector público. A más promesas, más posibilidad de incumplimiento. A más nivel de incumplimiento, mayor nivel de insatisfacción por parte de los electores. A mayor nivel de insatisfacción, más difícil gobernar. Si algo ha quedado claro a lo largo de los años es que la improvisación, oportunismo y la falta de previsión son factores clave que explican los miserables resultados de muchos gobiernos