Escrito por: Hugo Maul Rivas
Guatemala, 16 de noviembre de 2021
No se trata de ser ave de mal agüero, pero las anteriores “olas” empezaron igual; en países muy lejanos, que poco tienen que ver con Guatemala en términos migratorios, los contagios de COVID-19 empezaron a subir de manera alarmante varios meses antes que tales ondas expansivas llegaran al territorio nacional. Es bastante probable que la “cuarta ola” de contagios, que empieza a golpear ya a varios países europeos, tarde o temprano llegará a este lado del Atlántico y pasará su factura como todas las anteriores. A diferencia de las anteriores, cada día que pasa aumenta más la cantidad de personas vacunadas contra el COVID-19, factor que incidirá positivamente en los estragos que esta nueva ola pueda causar. No obstante, uno de los principales problemas que afronta el mundo es la relativamente elevada cantidad de personas que aún no se vacunan contra esta enfermedad.
La evidencia disponible apunta, como era de esperarse, a que la incidencia de contagios aumente más en lugares en donde la tasa de vacunación es baja y entre los grupos poblacionales que no han recibido ninguna de las primeras dosis y/o la dosis de refuerzo. En los países desarrollados, en donde la disponibilidad de vacunas ha sido mucho mayor que en los países en desarrollo, el problema radica en que la nueva ola está afectando de manera desproporcionada a quienes se han rehusado a vacunarse y quienes no han recibido la dosis de refuerzo. Con el primer grupo de personas, mientras la vacunación no sea obligatoria, es poco lo que puede hacerse. Independientemente del tipo de razones que este tipo de personas esgriman para evitar la vacunación, lo cierto es que mientras no lo hagan seguirán representando un factor de riesgo para la salud del resto de la sociedad.
En el caso de países como Guatemala, en donde seguramente hay un importante grupo de personas convencidas de la inconveniencia de vacunarse, el mayor problema sigue siendo que el programa de vacunación alcance a un número mayor de la población. Cuestión que día con día mejora pero que, dada la velocidad de avance, resulta insuficiente de cara a la amenaza que empieza a materializarse en el Viejo Continente. Esto, sin tomar en cuenta la necesidad que algunos grupos en riesgo podrían tener de una dosis adicional de refuerzo. No obstante, al igual que empieza a suceder en algunos países de Europa, la particularidad de esta nueva ola será que afectará más a las regiones que se han quedado rezagadas en el proceso de vacunación. Cuestión que hay que tener claro de cara al futuro cercano, primero, para acelerar al máximo el proceso de vacunación antes que esta nueva ola haga su aparición y, segundo, para “afinar” el tipo de medidas que podrían adoptarse en su momento para hacerle frente a la misma, tomando en cuenta que la rigidez de las mismas deberían mantener algún tipo de relación con la proporción de personas vacunadas en cada lugar.