Escrito por: Hugo Maul Rivas
Guatemala, 24 de septiembre del 2019
Los datos del Censo no son la “verdad”; al igual que cualquier otra medición estadística, no son más que puras estimaciones de ciertas características imposibles de conocer con cien por ciento de certeza. Es importante reconocer que, como todo tipo de medición, los censos están sujetos a múltiples fuentes de inexactitud: errores de cobertura derivadas de la omisión o duplicación de unidades censales; clasificación errónea de características; errores cartográficos; errores en el diseño del cuestionario; y complicaciones derivadas de problemas operativos y logísticos. La suspicacia suscitada alrededor de los resultados del Censo radica, en parte, a que poco o nada se ha dicho acerca del grado de exactitud de dichos resultados. Pretender “tapar el sol con un dedo” y argumentar que los resultados “son los que son”, ya que no existe otra medición alterna de tal envergadura que permita cuestionarlos, solo abona en la sensación de sorpresa y desconfianza entre expertos y público en general. Argumentar que son inevitables errores humanos en este tipo de esfuerzo y que, por tanto, carece de sentido cuestionar la exactitud de los datos, abona en el mismo sentido que la actitud anterior. Este tipo de posturas, sumadas al proverbial retraso en la realización de dicho Censo, a la debilidad institucional del INE y a los costos adicionales en los que se incurrió, solo dañan la credibilidad de este esfuerzo y de las instituciones responsables del mismo.
Sea del agrado o no de muchos, es preciso reconocer que el Instituto Nacional de Estadística –INE– carece la solidez institucional, reputacional e independencia técnica que una institución de este tipo merece. De esa cuenta, por más que el Fondo de Población de Naciones Unidas y el Centro Latinoamericano de Demografía salgan a la defensa del Censo, en el imaginario de una gran mayoría de guatemaltecos es imposible borrar las dudas alrededor de los datos presentados recientemente. No hay que olvidar que si el Censo “cuenta cuentos”, será muy difícil borrar la duda sobre el resto de mediciones estadísticas que de este se deriven. En función de ello, la decisión más sabia que podrían tomar las autoridades del INE es explicar con lujo de detalle las luces y sombras del XII Censo de Población y VII de Vivienda; dar a conocer el porcentaje de omisión censal, rubro en el cual, históricamente hablando, Guatemala nunca ha sido el mejor ejemplo; explicar el tipo de medidas remediales que, de ser el caso, se podrían tomar; y dilucidar cómo las fortalezas y debilidades de estos censos podrían afectar los resultados de futuras encuestas nacionales de vital importancia para medir las condiciones de vida, el índice de precios, el empleo y los patrones de ingresos y gastos de la población.