Escrito por: Hugo Maúl Rivas
Guatemala, 17 de marzo del 2020
Albert O. Hirschmann, el famoso economista heterodoxo, hace una distinción entre crisis integradoras y desintegradoras. Reflexión que viene bien en estos tiempos. Cuando las organizaciones y los individuos afrontan situaciones adversas en condiciones de escasos niveles de confianza, es posible que terminen abandonando los lazos que los mantenían unidos, o bien, cerrando filas en torno a dichos lazos y fortaleciéndoles aún más. Detrás de esta disyuntiva subyace una pregunta fundamental que viene como anillo al dedo para comprender el tipo de desafíos que Guatemala y el mundo tienen por delante. Hirschmann plantea que la posibilidad que crisis no anticipadas que obedezcan a causas bien definidas resulten siendo desintegradoras; por otro lado, crisis que se “cuecen a fuego lento”, es decir, perfectamente anticipadas, y cuyas raíces no se comprenden bien, pueden resultar integradoras. A estas alturas de la crisis actual lo único que puede afirmarse con cierta certeza es que esta no parece tener una solución fácil, inmediata y plenamente definida. En cierto sentido, aunque pueda parecer que existe una causa plenamente identificada para la crisis, la realidad es que queda mucho por saber acerca de las complejas interacciones entre los múltiples y diversos factores que están detrás de esta crisis.
Aunque parezca que la crisis llegó de manera súbita y anticipada, quizá sea necesario reconocer que esta es producto de una larga acumulación de factores negativos que no se comprendían ni valoraban adecuadamente. En otras palabras, esta crisis, aunque no lo parezca, contiene algunos elementos para que de ella emanen elementos económicos, sociales, jurídicos y políticos integradores. Esto requiere reconocer que nadie conoce a ciencia cierta la mejor forma de afrontar los problemas que afronta ahora el mundo; salvo algunos cuantos principios generales de acción, como los que guían la respuesta sanitaria a la propagación del virus. Problemas complejos como los que hoy vive el mundo demandan capacidad de adaptación por parte de la sociedad; actitud abierta hacia la exploración de nuevas formas de ver y hacer las cosas; capacidad de aprendizaje de los aciertos y errores; y facilidad retroalimentar futuras decisiones con las lecciones aprendidas. La disyuntiva entre una crisis integradora y una desintegradora no es trivial, incluso si uno favorece cree que la evolución siempre es para bien. Países como Guatemala no se pueden dar el lujo de desintegrarse todavía más. Si se quiere evitar más desintegración, disolución y confrontación, como mínimo habría que evitar recurrir a sol