Escrito por: Hugo Maul Rivas
Guatemala, 03 de septiembre del 2019
La salida de la CICIG simboliza el final de un particular capítulo de nuestra historia reciente. El capítulo de la lucha contra la corrupción que se escribió durante este periodo, para bien o para mal, seguramente marcará la agenda pública durante los próximos años. En ese orden de ideas es importante reconocer que no basta con pedir a la ciudadanía que confíe nuevamente en las autoridades, dependencias y organismos que están a cargo de esta lucha, hace falta mostrar resultados. Sobre todo, cuando a todas luces el pueblo de Guatemala sabe que muchas de estas instancias han probado su fracaso sistemático para luchar contra este mal. La advertencia que se atribuye a A. Einstein respecto de la reforma de los sistemas viene como anillo al dedo: “no podemos resolver nuestros problemas con el mismo pensamiento que usamos cuando los creamos”. La falta de confianza de la ciudadanía en las instituciones públicas y los partidos políticos es notoria, basta con consultar cualquiera de las encuestas de percepción que para tal caso se hacen a nivel latinoamericano, por tanto, la única forma de ganarse la confianza de la ciudadanía en esta materia será por medio de resultados. En la medida que no existan resultados visibles, comprobables y ejemplares, o bien, que el “agua vuelva a su nivel”, no debería sorprender a nadie un deterioro aun mayor en todo lo que se relacione con la política y/o el quehacer gubernamental.
Continuando con las referencias a la física, hay que reconocer que la única forma de vencer a una fuerza en un sentido, sin salir de este campo gravitatorio, es con otra fuerza mayor en sentido contrario. En lo que corresponde a la lucha contra la corrupción, una “fuerza” mayor en sentido contrario; una posibilidad que se antoja muy poco probable cuando las instituciones que están a cargo de ella se encuentran cooptadas por grupos que se benefician de la corrupción; cuando las cortes no actúan de manera independiente y justa; cuando las oportunidades económicas se encuentran secuestradas por sistemas y autoridades que permiten acciones arbitrarias; y cuando existe un irrespeto generalizado de la ley por parte de la ciudadanía. Con todas las luces y sombras de este periodo histórico, si algo ha quedado claro es que el referido mal se encuentra profundamente enraizado a lo largo y ancho de la esfera pública y la política; mucho más de lo que cualquier ciudadano promedio se pudo haber imaginado al inicio de este periodo. El “efecto demostración” que provocaron muchos de los escándalos de corrupción desvelados durante este periodo difícilmente podrán ser borrados del imaginario de los guatemaltecos. Una carga simbólica que deberán llevar a cuestas todas las autoridades públicas y política relacionados directa o indirectamente con esta lucha y que, les guste o no les guste a dichas autoridades, se convertirá en uno de los principales elementos que la población evaluará de su desempeño