Escrito por: Hugo Maul
Guatemala, 24 de mayo del 2022
Según declaraciones recientes de NN. UU., la producción de cereales de Ucrania alimenta a cerca de 400 millones de personas en el mundo. La imposibilidad de normalizar la operación de los puertos ucranianos en el mar Negro equivalía, según esta fuente, a una guerra a la seguridad alimentaria global. Hace unos cuantos días, esta misma organización calificó lo sucedido como un evento “sísmico” capaz de reconfigurar geopolíticamente el mundo actual. Algunos funcionarios del Banco de Inglaterra califican el incremento de precios en los alimentos derivados de la invasión rusa a Ucrania como un evento “apocalíptico”. Más allá de las implicaciones que el uso de este tipo de metáforas tiene sobre la forma en que la opinión pública percibe lo que está sucediendo en el mercado mundial de alimentos, lo cierto del caso es que el aumento de precios en muchos productos agrícolas durante los últimos meses es preocupante. Sobre todo, para países importadores netos de alimentos como los de la región centroamericana. En la medida que este tipo de precios aumentan y se mantienen altos por extensos periodos de tiempo, inevitablemente hay un impacto importante sobre el poder adquisitivo de los consumidores de los mismos.
Aunque Ucrania no sea el mayor productor del mundo de muchos de los productos que se están encareciendo, el hecho de que la producción de maíz, trigo y aceite de girasol que se originaba en este país no esté disponible en los mercados mundiales tiene efectos importantes sobre el comportamiento de estos, y otros precios, a nivel global. Por ejemplo, el faltante de aceite de girasol en el mundo ha provocado que el precio de otro tipo de aceites se dispare a niveles altísimos; lo mismo sucede con los precios de otro tipo de bienes agrícolas que sustituyen al trigo, maíz y cebada que proviene de esa región. A esto se suma que muchos países que son grandes productores de estos productos han decidido restringir la parte de su producción que dedican a abastecer los mercados mundiales. Así como también el hecho que los inventarios disponibles de este tipo de productos es menor cada día que pasa y que no se normaliza la situación. En resumen, un fenómeno que podría pensarse tendría efectos altamente focalizados en la región en donde se libra esta guerra, termina provocando graves problemas a escala global cuando se combina con las interrupciones en las cadenas de suministro; la gripe aviar en Norteamérica; la gripe porcina de 2019 en China; los elevados costos de transporte. Salvo que el mundo entre en un periodo de contracción económica exacerbada, recesión, que reduzca la demanda global por estos productos de manera dramática, hay que estar preparados para un episodio de precios elevados que podría extenderse hasta finales de 2023 o 2024.