10/08/2021

Conflictividad y ciudadanía

Escrito por: Hugo Maul Rivas

Guatemala, 10 de agosto del 2021

En los turbulentos tiempos actuales, en los cuales el hartazgo de amplios segmentos de la sociedad sirve de campo fértil para la escalada del sempiterno conflicto nacional, es preciso notar que se requiere de un liderazgo efectivo que sea capaz de dar señales creíbles de cambios notorios en la forma en que se maneja la cosa pública. No hacerlo puede desembocar en situaciones que no convienen a nadie; si bien las grandes narrativas, unidas al anhelo de cambio, pueden servir de inspiración para todos los que están hartos del sistema actual, sería iluso pensar que los buenos gobiernos y sabios gobernantes aparecerán por generación espontánea. En ese orden de ideas, en 2015, con ocasión de lo que sucedía en esos momentos en Guatemala, en este espacio se hacían las siguientes reflexiones: “El desarrollo económico y social y la justicia que tanto se anhelan no dependen únicamente de la honestidad y capacidad del Presidente, de la idoneidad y honradez de los diputados o de las virtudes e independencia de los jueces… Aunque los políticos, las instituciones de gobierno y las políticas públicas son importantes para el buen funcionamiento del país, es a los ciudadanos a quienes corresponde, finalmente, luchar por lo que sueñan. De lo contrario, mágicamente nada va a suceder”.

Si bien los vicios públicos resultan intolerables, mientras no resulten igualmente intolerables a nivel individual, familiar y social los comportamientos abusivos y oportunistas por parte de ciudadanos comunes y corrientes en su diario vivir, resultará muy difícil corregir en quienes tienen el poder los males que se reproducen a nivel individual. Dicho de otra forma, usando la metáfora de un expresidente de Guatemala: “No se puede sacar maíz de primera calidad de un saco lleno de maíz de tercera y cuarta calidad y de gorgojos”. Creer que los vicios y debilidades por parte de quienes detentan el poder desaparecerán mágicamente por el simple hecho de adoptar nuevos metarrelatos, nuevas voces y nuevos personajes ungidos es, de cierta manera, reproducir lo mismo de siempre: esperar que una persona, un grupo de personas o un sistema se encargue de hacer el trabajo que corresponde a cada quien hacer. Como bien dice Savater, “el concepto de ciudadanía es más bien el de aquellos que entran en la democracia sin renunciar a sus raíces y a sus tradiciones, poniéndolas como entre paréntesis, dejándolas, en principio, a un lado para intervenir en lo que tienen en común con otros. Lo específico del ciudadano no es reivindicar lo propio en el sentido de lo único, de lo que uno tiene y nadie más tiene, sino al contrario, buscar lo común con los otros, mientras que la mentalidad tribal etnicista busca lo propio, por lo tanto lo intransferible”.

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