Escrito por: Hugo Maúl Rivas
Guatemala, 18 de agosto del 2020
La necesidad de reformar la Ley de Contrataciones del Estado no la discute nadie; no obstante, hay que considerar que desde su aprobación en 1992, esta ley ha sido sometida a más de diez reformas distintas. Un caso en donde claramente se cumplen dos conocidos arquetipos del pensamiento sistémico: uno, “los problemas de hoy son el resultado de las soluciones de ayer; y dos, “cuando más se presiona, más presiona el sistema”. El primero de ellos hace referencia a que las soluciones que no se enfocan en causas fundamentales y que solamente trasladan el problema de un lugar a otro dentro de un sistema, preocupándose únicamente en eliminar los síntomas más molestos y visibles, terminan por convertirse en los problemas del futuro. En tal sentido, la rapidez en las compras, una característica deseable de cualquier sistema de adquisiciones, no debería ser la principal característica sobre la cual giren las compras públicas. Esto, como bien dice el referido principio, no es más que “patear” el problema en otra dirección; eliminar lo que estorba, no reformar lo que verdaderamente no funciona. Una reforma de este tipo será, irremediablemente, la causa de nuevos problemas o el agravamiento de algunos de los actuales. Como se puede ver, la rapidez en las compras no es, ni por asomo, el principal problema del sistema de adquisiciones existente, salvo que el único principio fuera “comprar rápido” sin importar lo que se compra.
En cuanto al segundo principio, las constantes reformas a la ley son prueba inequívoca que a más “parches” a ley, más insatisfacción con los resultados y más necesidad de “parches” en el futuro. Las denuncias constantes de corrupción, opacidad, ineficiencia e inefectividad en la operación del sistema nacional de compras públicas no son más que el “normal” funcionamiento de un sistema que ha estado sometido a reformas parciales, cortoplacistas y en función de intereses coyunturales. A pesar de casi una docena de reformas e introducción de innovaciones y candados, persisten todavía importantes problemas en el funcionamiento del sistema de compras públicas y su interacción con el resto de sistemas financieros, contables y de gestión del sector público. Además que, por si fuera poco, una cosa es la letra muerta de la normativa y la solidez teórica del institucional, y otra cosa como funciona todo esto en la práctica. No se puede pretender tener un sistema de compras públicas efectivo y eficiente sino se considera la necesidad de garantizar el mejor uso del dinero que se gasta; si no se mejora la alineación entre las adquisiciones y las necesidades reales de desarrollo de la población; no se fortalece a la instancia rectora del sistema de adquisiciones públicas; y no se profesionalice la función de compras públicas.