Escrito por: Hugo Maul Rivas
Guatemala, 07 de enero del 2020
Hace unos días atrás el editorial de este medio hacía mención de los distintos desafíos económicos que afronta la economía norteamericana; todas y cada uno de estas situaciones, riesgos que la economía estadounidense ha afrontado y sobrellevado ya en el pasado reciente, pero que, en el corto plazo, pueden representar importantes ajustes a sus niveles de consumo, inversión y empleo. Desde la perspectiva de ellos, situación preocupante dado el extraordinario episodio de expansión económica que ese país ha vivido durante los últimos años. Amenazas que, por azares del destino, coincide con la llegada de un nuevo gobierno al poder y con cualquier propuesta de reactivación económica que quieran echar a andar. En la medida que estas amenazas de orden internacional se vayan materializando, más complicado puede resultar para el nuevo gobierno alcanzar sus objetivos en materia de reactivación en el corto plazo.
Esta referencia a la economía norteamericana resulta de crucial importancia de cara a los prospectos de recuperación económica en Guatemala. Durante los últimos cuatro o cinco años Guatemala se ha visto beneficiada por una envidiable situación económica en el vecino del norte, cuestión que se ha visto reflejada en mayores niveles de empleo y salarios para la población hispana en ese país; mayores flujos de inversión de ese país hacia el resto del mundo; y una fuerte expansión del consumo interno, con el consabido efecto que esto debería tener sobre las exportaciones de países que surten a esa demanda. Desafortunadamente, durante esta época de vacas gordas para nuestro socio comercial no se tradujeron en algo similar en Guatemala; de los tres canales de transmisión referidos antes, salvo por el caso de las remesas internacionales, Guatemala aprovechó muy poco esta bonanza estadounidense.
De las tres áreas de oportunidad, una; y esa que se aprovechó refleja más las debilidades del país, que sus fortalezas. Vale, por tanto, preguntarse qué tanto podría el país afrontar las condiciones que podrían derivarse de una eventual desaceleración de la economía estadounidense, encarecimiento del precio del petróleo y prácticas proteccionistas por parte de aquel gobierno. Perturbaciones externas de crucial importancia para la actividad económica nacional en función del impacto directo que podrían tener sobre la demanda de exportaciones del país e ingreso de remesas, además de otro tipo de impactos que podrían suscitarse por causa de los precios del petróleo y la guerra comercial entre EE. UU. y China. A lo mejor una situación de vulnerabilidad externa, y los riesgos que esta trae consigo a nivel doméstico, pudiera facilitar alcanzar los acuerdos internos necesarios para iniciar un proceso de reformas necesarias para hacer frente a estos riesgos y, de paso, fortalecer la capacidad productiva y de generación de empleo del país.