Escrito por: Hugo Maul Rivas
Guatemala, 17 de mayo del 2022
En teoría, asumiendo conocimiento perfecto acerca de lo que sucederá en el futuro, el endeudamiento es una forma de hacer frente a las malas rachas económicas de corta duración. En lugar de “ajustarse el cincho de un solo tirón”, reduciendo los niveles de consumo en similar proporción que los ingresos lo demanden, el endeudamiento ayuda a hacer más suave el ajuste. Es decir, utilizar los recursos provenientes de la deuda para minimizar la reducción en el consumo que demandarían las circunstancias. Una vez la mala racha se supera, parte de la recuperación en los ingresos deberían utilizarse para hacerle frente a la deuda en que se contrajo antes. Lógica tan antigua como la humanidad misma: según la interpretación de José, en el libro de Génesis, capítulo 41, el Faraón debía ahorrar durante los siete años de abundancia (41:34) para hacer frente a los siete años de hambre que azotarían a Egipto (41:36). En este caso, el mismo principio operando en relación con el mejor uso de los recursos que se obtienen durante un transitorio periodo de abundancia, frente a un seguro periodo transitorio de malas cosechas. Un principio de sabiduría que casi nunca se observa en el ámbito público, en donde el mantra parece ser endeudarse siempre, independientemente de las señales de los tiempos.
A diferencia del Faraón, al que le bastó con sacar a José de la cárcel y preguntarle acerca de la interpretación de su sueño, nadie sabe en este preciso momento cuánto tiempo más durarán las complicadas circunstancias actuales. Según el último informe de pronósticos del FMI, las presiones inflacionarias podrían seguir en aumento todo este año y permanecer por encima de su promedio histórico hasta finales de 2023. Técnicamente hablando, la incertidumbre que rodea cualquier tipo de proyección económica hacia el futuro es bastante grande, “muy por encima de los rangos acostumbrados”, puntualiza el FMI. Claro está, si por el Faraón fuera, los economistas se dedicarían a cualquier cosa, menos a hacer vaticinios de ningún tipo. No obstante, la pregunta persiste: ¿Qué se puede hacer para minimizar el impacto sobre Guatemala de este mal momento que vive el mundo? Antes que nada, ser muy prudentes en la conducción de la política pública, especialmente en lo que se refiere al endeudamiento público; concesión de apoyo económico a grupos vulnerables; atención a la pandemia; aumentos a las tasas de interés; y manejo de las expectativas de los agentes económicos. Mientras más prolongado y severo sea este episodio, más difícil resulta intentar “suavizar” el ajuste que la crisis trae consigo; ir en contra de esta dura realidad es la mejor receta para alargar los ajustes por más tiempo del necesario.