26/05/2020

Cambio de comportamiento: necesario pero difícil

Escrito por: Hugo Maúl

Guatemala, 26 de mayo del 2020

Cuando finalmente surja una vacuna, un tratamiento efectivo o se demuestre que la forma de encarar la pandemia es equivocada, probablemente podrán retomarse las viejas costumbres de relacionamiento social. Durante el tiempo que esto tome, que puede ser un período largo para cualquiera de las tres opciones, habrá que poner en práctica normas de relacionamiento social a los que no se estaba acostumbrado. Periodo de tiempo durante el cual habrá que poner en práctica “Susana Distancia”, nombre de la heroína mexicana símbolo de la campaña oficial para la prevención del contagio del COVID-19 en el vecino país; mantener la higiene en las manos lavándolas regularmente con agua y jabón o frotándolas con una sustancia a base de alcohol; y usar equipo de protección especial que va desde mascarillas hasta gafas dependiendo del tipo de ambiente público en el que la persona se encuentre. El proceso de adaptación hacia esa “nueva normalidad” requerirá de un fuerte compromiso de todos para hacer frente a las molestias, problemas y costos que imponen estas nuevas formas de conducta. Sino, basta con observar lo que sucedió el pasado fin de semana en muchas playas públicas y albercas en EE. UU. Las restricciones a la conducta impuestas desde afuera, generalmente, dejan de funcionar cuando desaparece la amenaza que obliga a la obediencia o la probabilidad de castigo es muy baja.

Mientras no ocurra alguna de las tres posibilidades mencionadas al inicio, será necesario propiciar un cambio generalizado de conducta que vaya más allá de la obediencia en función única del castigo. Un reto por demás complicado en ambientes en donde muchos no comparten con las autoridades, por ignorancia, intereses creados o bajo nivel educativo, la naturaleza del problema; en donde otros, acostumbrados a vivir al margen de las instituciones formales, consideran nula la probabilidad de sanción, legal o moral; y, otros más que, dada sus circunstancias, consideran prioritarias distintas a la salud, propia y pública. Más que imponer, en este tipo de contexto se hace necesario, en palabras de un connotado psicólogo alemán, citado por Der Spiegel, hacer las personas “cómplices”, socios, del cambio de conducta; enfatizando los aspectos favorables que este cambio pudiera tener y visibilizando y elogiando públicamente el cumplimiento; y fomentando la adopción de soluciones innovadoras y creativas que faciliten el proceso de adaptación. Al final de cuentas, lo que se necesita es la “internalización” de la norma: reconocer que uno será el mayor beneficiado de su observancia; que el cambio de conducta propio beneficia a los demás; y que existirá algún tipo de sanción moral para quien insista en las viejas costumbres.

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