09/04/2019

Bajo desempleo y alta informalidad

Escrito por Hugo Maúl Rivas

Guatemala, 09 de abril de 2019

El principio de la Navaja de Occam es claro: “la explicaciones simples se prefieren sobre las complicadas”, siempre y cuando se explique satisfactoriamente el fenómeno bajo estudio. En materia de estadísticas laborales, si bien el desempleo es un concepto muy fácil de entender, no necesariamente explica satisfactoriamente la naturaleza del problema laboral que sufre Guatemala. Según ese indicador, Guatemala tiene una situación laboral mejor a la de muchos países desarrollados: en promedio, durante los últimos seis años, la tasa de desempleo en Guatemala fue del 2.7 por ciento, valor inferior al que experimentaron países como España (14 por ciento), Francia (nueve por ciento) o Estados Unidos (cuatro por ciento). Sin embargo, cualquier persona medianamente conocedora del país, que probablemente tomó un curso de macroeconomía, sabe bien que la gran mayoría que reporta no estar “desempleada” en el país tampoco está en jauja: En general, cerca del 70 por ciento de la Población Económicamente Activa se ocupa en actividades “informales”, es decir: empleados y obreros en microempresas, de menos de seis personas; trabajadores por cuenta propia o autónoma, excluyendo a profesionales y técnicos; trabajadores no remunerados, y; empleados en casa particular. Afirmar que la problemática laboral se reduce a un asunto de mala calidad en los empleos de todas las personas ocupadas informalmente constituye un grave error.

Si bien la mayor parte de las ocupaciones informales son de “mala calidad”, tal característica es consecuencia directa del tipo de actividades económicas a las que se dedican. Mientras esta estructura subyacente siga siendo la misma, es muy difícil pretender mejorar sustancialmente la calidad de vida de quienes se dedican a ellas. En otras palabras, “mejorar” la calidad del empleo demanda una reestructuración productiva que permita a los “informales” cambiar de ocupación hacia actividades económicas más productivas; que sirvan mercados más grandes y sofisticados; en donde su trabajo genere mayor valor agregado, y; en donde se requiera, de manera gradual, capacitar cada vez más a los trabajadores. Por otro lado, como lo revelan algunos estudios, la gran mayoría de las personas que laboran en la informalidad gustosamente aceptarían un trabajo formal en lugar de sus ocupaciones actuales, incluso con salarios menores a los que la ley manda pero con acceso a la seguridad social, aguinaldo, Bono 14 e indemnización. No es coincidencia que quienes emigran lo hagan en busca de trabajo asalariado en actividades en donde su productividad sea significativamente mayor. En ausencia de una transformación de este tipo, la naturaleza de las ocupaciones informales no permiten cambios significativos en sus niveles de bienestar; mientras sigan haciendo lo mismo, en esencia, seguirán ganando lo mismo.

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